Yo quiero ropa con Photoshop. A mí me parece muy bien que haya ropa interior con relleno y que casi la mitad de las valencianas la use, como dice un estudio que se acaba de conocer, pero ¿qué me dicen de quienes traemos el relleno de fábrica? ¿Qué hacemos con él?
Las que se lo encuentran escasito parece que lo tengan más fácil. Solo tienen que buscar aquella prenda que realce el que tienen -y un poco más- hasta que se vean estupendas, pero para quienes nos sobra es más complicado.
Podemos decir aquello de «creo que me he pasado hoy con el relleno» haciendo un mohín con los labios. Pero nadie nos creerá y hasta podemos encontrarnos con un aguafiestas que nos espete: «querrás decir con el relleno del pavo, foca». En definitiva, es una propuesta de alto riesgo y muy poco recomendable.
Por eso, ante la imposibilidad de hacer creíble que ‘toooooda’ esa cadera responda un wonderbra inguinal ligeramente desplazado, solo nos quedan dos opciones: la clásica o la hipermoderna.
La clásica es la faja de toda la vida. Terrible, sin más. Yo, cuando la veo, colgada en el mercadillo, sufro escalofríos. Estoy segura de que se inventó en la Inglaterra medieval y hasta creo haberla visto en la Torre de Londres junto a los instrumentos de tortura.
¿Puede haber algo peor que llevar una especie de neumático extrafino intentando aplastar sobre las costillas el exceso adiposo que no disminuye sino que simplemente se liofiliza? Después de haberlo intentado sin perder la consciencia, he de decir que la verdadera revolución de la mujer no fue la minifalda de Mary Quant ni liberarse del sujetador sino poder vivir sin fajas.
La opción hipermoderna es menos traumática pero hoy por hoy poco desarrollada, me refiero a un avatar en 3D retocado con Photoshop. Sería la versión actual del holograma de la princesa Leia en Star Wars. Sin moños, se entiende. Y sin fajas ni refajos ni prenda alguna con relleno.