Zapatero ha congelado las pensiones, ha bajado el sueldo a los funcionarios, ha negado la crisis mientras los parados se incrementaban, los empresarios veían cómo los bancos les negaban los créditos, miles de ciudadanos se ahogaban por pagar la hipoteca, los parados de larga duración se quedaban sin prestación y cuatro de cada diez hogares con parados en España no tenían ni un sueldo con el que mantenerse.
Y sin embargo, la conflictividad social le viene por un grupo de trabajadores que cobran al año lo que un ciudadano medio puede que no gane en 15 trabajando 100 horas menos que él.
Esto lo resumía muy bien ayer por la mañana una señora en el puesto de la fruta del Mercado de Russafa en el que esperaba pacientemente mi turno: «A estos les daba yo la paga de 400 euros que me dan a mí para pasar el mes». Y lo decía mientras elegía las naranjas de zumo, cuarenta céntimos más baratas que las otras. Escuchándola se me representó el discurso de los controladores, imposible de entender para una población asfixiada por la situación económica.
¿Son insensibles los controladores? Demos por bueno que su reivindicación es justa. Demos también por válida la opinión del Gobierno sobre la necesidad de limitar sus privilegios y demos por aceptable la crítica de la oposición hacia un Gobierno desbordado por la crisis. Aun con todo, la injusticia es manifiesta.
Y la conclusión es que los únicos que tenemos sentido de Estado somos los ciudadanos normales. Que no abandonamos nuestro puesto de trabajo porque tenerlo es un milagro. Que nos resignamos a pagar más de IVA y de lo que sea porque hay que seguir adelante y que no salimos a la calle a quemar bancos sino que echamos mano de la pensión del abuelo. Mientras tanto, los controladores abusan; el Gobierno permite el incendio y lo apaga a cañonazos y la oposición se sienta a recoger las migajas. Demasiado buen vasallo para tan ruin señor.