El único apelativo que conozco de uso entre mis alumnos sobre mí es «la Pou». Estoy convencida de que habrá más y que alguno no será publicable en estas páginas pero el que me ha llegado es ése.
En una ocasión, incluso, a un alumno socarrón se le escapó delante de mí; «anda, si es la Pou», dijo, y luego se disculpó y quitó el artículo. Yo le pregunté por qué lo quitaba si a mí no me importaba que me llamaran «la Pou» porque en Italia, de donde acababa de llegar tras una estancia de investigación, decían «la Callas» o «la Loren». Y él, absolutamente sincero, me dijo. «ya, pero no se puede comparar.». No hizo falta decir más. Todavía me río cuando me acuerdo. Tenía toda la razón.
Digo esto porque, en efecto, el artículo delante del apellido de una mujer no siempre es un modo de encumbrarla al Olimpo de las divas eternas. No suena igual decir «la Garbo» que decir «la Esteban».
Por eso ayer cuando escuché a Rajoy referirse a «la Chacón» sentí una cierta incomodidad en especial porque esa forma de llamar a la ministra de Defensa no venía sola sino que era la última de una retahíla de miembros del gobierno. Eso sí, todos varones y sin artículo: «Ganaré a Zapatero, Rubalcaba, Pepiño y la Chacón».
Al margen de la sutil diferencia entre autoconfianza y chulería cuyos márgenes se sitúan en lugares distintos según cada cual, la frase me resultó un tanto molesta.
No es la primera vez que escribimos aquí sobre lo que nos lleva a decir «Camps y Rita» en lugar de «Paco y Barberá» o «Trini y Tomás Gómez» en lugar de «Trinidad Jiménez y Tomasito».
En este caso no creo que Rajoy diferencie a Rubalcaba y «la Chacón» porque considere a ésta última la diva del gobierno español. La Loren de Moncloa. Tampoco en este caso vemos que hablen de Chacón, Salgado y «el Rubalcaba», si bien la introducción de Pepiño reduce el impacto que hubiera supuesto incluir solo a la mujer de forma coloquial.