Aunque sean necesarias iniciativas como la ley de igualdad de trato cuyo anteproyecto aprobó ayer el Consejo de Ministros, da que pensar la frenética actividad de ese ministerio frente a otros tan apagados.
Sin ir más lejos, cabe mirar con añoranza los tiempos en los que se nos prometió un nuevo modelo económico basado en la innovación y la investigación. Hoy, sin embargo, el ministerio de Garmendia está olvidado, relegado y sin capacidad de llevar adelante propuesta alguna. Sin fondos, quiero decir.
Frente a eso, Igualdad es Zapatero y Zapatero es Igualdad. Habrá que reconocerle el esfuerzo cuando finalice su mandato. Lo malo es que faltan muchos otros. Lo curioso, de cualquier forma, es la insistencia que desde el ministerio de Pajín se da por alterar principios jurídicos básicos que no responden a caprichos ni a despotismos antiguos. Gracias a Dios, Pajín está en Igualdad y no en Justicia.
Hace unos meses lo veíamos con el intento de introducir la presunción de culpabilidad para quitar ipso facto la custodia de los hijos a un padre denunciado por maltrato. Sin demostrarlo y sin más pruebas que la mera denuncia. Ahora vuelve a plantearse al apuntar que serán los acusados de discriminación quienes tendrán que probar la inocencia y no al revés.
En ambos casos se da por hecho que hay un ‘malo’ y que tiene que pagar. Para eso se hace la ley. Y siendo cierto que una ley nacida para luchar contra una discriminación intuye que existen discriminadores, no parece razonable que el proceso se base en su persecución sin garantías para el perseguido.
Con ese enfoque, que aún debe ser aprobado, se invierte la carga de la prueba y se da por hecho que el indicio es garantía absoluta de veracidad. En cualquier caso, lo preocupante es que los políticos intenten cambiar una realidad injusta buscando culpables presentados de antemano como tales. Parece que prime la venganza y no el correctivo.