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Lidón Sancho

Más vida que arte

«Esto es la guerra»

Esa es la frase que la jefa de mi amiga le dijo cuando mi amiga le preguntó porqué no le había permitido cambiar el turno de Navidad con una compañera para poder estar con su hijo. Fue la reacción a la protesta de las trabajadoras por unos horarios de «revolución industrial» que ni les permite hacer descansos entre turnos y que son tratadas como ganado.

Ahora me vendrá el lector resabiado diciéndome que la opresión laboral ha existido desde que el mundo es mundo pero ya no me vale la excusa histórica a un grave problema social que afecta no solo al ámbito laboral. Esa problemática la llamo el «síndrome del apocalipsis» donde habitan dos grupos: aquellos que han sobrevivido a la hecatombe y colaboran entre ellos en un mundo hostil y aquellos que piensan que su supervivencia es lo primero y se convierten en caníbales.

Describo al caníbal social: es aquella persona que, viéndote por el retrovisor prácticamente en paralelo contigo, se incorpora igualmente al carril y a ti te toca frenar; al que no pone en intermitente en ninguna de sus maniobras; al que pasa en rojo, le pitas y te insulta a ti; al que te roba pero lo suficiente para que sobrevivas y sigas pagando; al que sentado, sin mirarte desde su mesa de médico, te dice que te ahogas porque tienes ansiedad (y no porque llevas una infección pulmonar desde hace una semana) y te receta medicamentos que te vuelven imbécil; al que te cruzas en el ascensor y no responde a los buenos días; al que usa el teléfono sin cascos y a ti te toca escuchar su música de mierda o simplemente es aquella persona al que le importa un carajo tu bienestar.

Quien no se haya dado cuenta de cómo van las cosas es precisamente un miembro de este grupo. Este comportamiento social es pasivo y activo, es decir, se es un caníbal por omisión de auxilio o por comisión de dicha acción. Y es grave que esto suceda justo ahora porque estamos ―desde mediados de la década de los 90― ante una revolución emocional donde los estudios médicos sobre las emociones se han triplicado. Sabemos más de lo que sentimos y, sin embargo, nos hemos vuelto más crueles e insensibles.

Esto es Mad Max, señores. Foto: George Ogilvie.

Esto es Mad Max, señores.
Foto: George Ogilvie.

No permitáis ya que nadie vuelva a deciros «esto no es personal» porque todo lo es: el trabajo, las amistades, las interacciones del día a día, la cajera que te sonríe, la persona que te empuja en el metro y no se disculpa, el funcionario que te ayuda con un papeleo o el político que te ha mentido…porque todo lo que somos es emocional y la inteligencia no va ayudarte a sentirte mejor cuando alguien te rechace.  La ciencia desestimó al corazón y ahora la ciencia se desdice y pide perdón. Se disculpa por relegar de lo imprescindible aquello que nos hace ser humanos.

Miro a mi alrededor y me espanta las relaciones sociales que tenemos: veo amor en mis interacciones personales pero la mayoría de los días me encuentro ante un pasotismo social donde las personas no solo son islas sino que, frente a sus intereses, arrollan al desconocido o desconocida para llegar ellos antes a una meta mediocre. O tenemos mucho dolor y nos sobra el ajeno o es que no calculamos bien las consecuencias que nuestros actos pueden dañar al otro.

Y ahora, dime, ¿de qué grupo eres tú?

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Por Lidón Sancho

Sobre el autor

Me dedico al ARTE en mayúsculas porque inunda toda mi vida: soy poeta y escritora; comisaria de exposiciones y docente; canto, bailo, aprendo a tocar la guitarra, leo hasta caer desfallecida... Sé que la vida va más allá del arte (de ahí el nombre del blog) pero también sigo creyendo que la cultura es lo que nos salvará de la bestialidad.


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