Circulan como la peste por los grupos de whatssap cientos de vídeos lacrimógenos y frases rotundas en esta época de amor y de cólera que nos invitan a reflexionar sobre cómo, cuándo, dónde y con quién perdemos nuestro tiempo, o lo ganamos, claro; a ser conscientes del presente, del valor de un abrazo, de una quedada al sol, a la sombra, de pie, tumbados, agarrados por las caderas o de las manos, o simplemente, mirándonos sin sosiego. Sobre la introspección en la pausa, sobre las metas en la quietud de nuestra casa, sobre el terror a la soledad y a la locura, sobre la vida que sigue, a pesar del miedo que nos tenemos.
Ahora cargo con mi tono implacable sobre vosotros: ¿de verdad necesitabais esto para saber todo lo anterior? Porque yo no lo necesitaba en absoluto, ni lo pedí, aunque igual sí que lo deseé para vosotros, los cadáveres, como bien os conoce mi amigo Javi. Si has sido incapaz hasta ahora de saber lo importante que es no terminar una conversación enfadada con alguien que quieres, decirle un te quiero a alguien que permanece alejado para que sepa que sigue en tu corazón, a abrazar a quien deseas, amas, te cae bien o te ha hecho un favor; a sentir que la vida corre en las terrazas y en los paseos, en los cines con los compañeros de palomitas, en la cama cuando todas las luces entran en ti y se apagan fuera… entonces, necesitas mucho más que una cuarentena para saber vivir.
Yo no lo necesitaba, de veras; mi instagram da cuenta de que siempre estoy entre amigos y amigas a los que, cada día, cada semana, les digo lo capitales que son para mí. En este momento, cuenta aquel o aquella que te llama por teléfono para saber cómo te encuentras, te manda chorradas para animarte, te pone cachonda en serio (o en broma), sale del trabajo y pasa por tu casa a saludarte desde abajo mientras estás en el balcón de tu casa, y habláis como dos Romeo y Julieta modernos en plena pandemia donde las ganas, si las hay, no las para ni dios. Los apetitos por querer a alguien, por introducir luz en sus días, por sacar lo mejor de él o de ella, por hacer planes futuros en videoconferencias y reírte bien alto en el balcón, o cantar mientras friegas los platos para que esos vecinos sepan que hay vida, mucha vida, tras las ventanas de todos… esos son los que se cuentan como peldaños hacia la felicidad.
Todas estas narraciones que os cuento son vivencias que mis amistades me relatan y que yo vivo. Todas ellas serán las merecedores de mi tiempo futuro; no les deberé gratitud eterna porque eso es una quimera en el ser humano pero sí gastaré mis huellas dactilares y mis emociones en ellos todo el tiempo que Leviatán me deje y mis amistades quieran. Y, todos los demás, los que permanecieron en silencio, los que no preguntaron por mí, los que prefirieron esperar a la calma, los que no supieron ver en mí un reposo, una esperanza, una fuente de energía gratuita y sana, serán un sueño que mi memoria habrá difuminado en la mañana frente a un café, sol en la terraza y un buen trozo de coca de tomate.
Y pienso que tal vez sí; tal vez me urgía saber qué hacer de mi tiempo al final: saber de mis miedos y mis habilidades conversados con mis amistades y sus terrores, de sus planes y yo en ellos, fascinada por su amor y por descubrir ser un alto valor para todos ellos… Darme cuenta de que, si lees esto, entonces eres una de aquellas personas que compartirán el pan y el vino conmigo porque, aunque ahora tenga mucho espacio para enviarte esto, mi tiempo sigue siendo oro para mí. Así que, ven. Entra. Acomódate. Vive en mi corazón.