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Fernando Mulas

Mi hijo me llama

MAMÁ ME DUELE LA CABEZA

El niño que entraba en la consulta tenía un aspecto estupendo pero su madre cara de preocupación. Se quejaba el chico de dolores de cabeza y eso condicionaba que al final de algunas mañanas hubiesen tenido que ir a buscarle al colegio cuando las molestias eran más evidentes y el profesor no sabía qué hacer. Se ponía pálido, ojeroso, metía su cabeza entre los codos para ocultarse de la luz y alguna vez había llegado a vomitar.

Las cefaleas son muy inquietantes en los niños pues enseguida se piensa en lo peor y que algo grave puede estar ocurriendo en su cerebro. Sin embargo pocos saben que curiosamente el cerebro no duele, son las terminaciones sensitivas de los vasos sanguíneos, las meninges, o los músculos subcutáneos en tensión, algunas de las causas de los síntomas. Además uno siempre recuerda a algún familiar o conocido que tuvo una lesión ocupante de espacio, LOE, pues pronunciar tumor es demasiado fuerte, y entonces se baraja la posibilidad más adversa aunque sea la más remota: solo una pequeña proporción de las cefaleas en los niños son causadas por tumores cerebrales, que en todo caso son descartados con prontitud por los neuropediatras.

 Como ocurre tan frecuentemente en medicina, muchos de los problemas tienen una base genética y es frecuente en las migrañas encontrar algunos familiares que a fuerza de acostumbrarse a su problema, es en lo que menos piensan. Las reacciones de los mayores ante sus hijos son variopintas, desde una gran ansiedad y urgencia de hacer una exploración de neuroimagen que descarte un tumor, hasta la pasividad del cónyuge que nunca tuvo cefaleas y no comprende lo que representa el problema. Y cuando se comprueba que con el paso del tiempo nada grave ocurre, muchas veces se piensa que el niño lo hace por llamar la atención.

Pero en pocas ocasiones el niño finge, incluso en las llamadas cefaleas “tensionales”, que no tienen un trasfondo físico patológico, no siendo conscientes de que sus reacciones somáticas afloran la sintomatología. Es entonces mas importante que nunca la realización de una completa historia clínica, base del buen hacer médico, pues ahorra muchos estudios y permite el enfoque óptimo de los problemas. Para ello solo es cuestión experiencia y actitud, pero también de tiempo.

La cuestión es que hoy día el tiempo se está convirtiendo en el peor aliado de la praxis médica. Cada vez más a menudo los que manejan los hilos de la asistencia fuerzan a sus facultativos a medir la eficacia de su trabajo basados en el número de pacientes atendidos, siendo los incentivos inversamente proporcionales a las listas de espera. Si a eso se suma una asistencia dominada por los sistemas informáticos, cuyas pantallas apenas dejan cruzarse la miradas entre el médico y el paciente, no es de extrañar que los estudios complementarios vayan sumando peticiones ante una medicina “a la defensiva”, como única alternativa ante las adversas circunstancias de tiempo y de trabajo. La neuroimagen será normal, todos tranquilos, pero el paciente seguirá con sus cefaleas, así que vuelta a empezar.

El niño citado al comienzo había pasado por distintos estudios y tratamientos sintomáticos, así que  hicimos hincapié en la historia clínica y en las características de sus cefaleas. Comenzaban al final de la mañana, no había factores desencadenantes, ni problemas con los compañeros, el profesorado era excelente, no había conflicto con ninguna asignatura de la mañana ni tampoco con las de la tarde, pues se podría sospechar que no quería volver a la jornada vespertina. El chico salía de su casa con su cartera repleta de libros y a toda prisa sin apenas desayunar, aunque pertrechado con un buen bocadillo para el almuerzo. Pues bien ahí estaba el problema, era tan suculento el bocata que solía haber algún que otro compañero que pujaban por el mismo, por lo cual, en el recreo, nuestro personaje lo pulía sin más contemplaciones, haciendo acopio de unas monedillas para su propia administración e incrementar su colección de cromos.

Recordemos que el cerebro precisa del oxigeno para su supervivencia, pero también del aporte energético que un periodo de ayunas mantenido, en un chico con una sensibilidad especial al respecto le pasaba factura, condicionando lo que se conoce como cefaleas ante el ayuno. Muy simple todo, así de fácil pero así de complicado. La historia en esta ocasión tuvo un final feliz tras una reprimenda y un adecuado control. Todo se había dilatado mucho por no haber sabido mirar, por no haber acertado a ver lo que pasaba en el entono del niño, así que, como tantas otras veces, la praxis nos dio la oportunidad de aprender y de enseñar una lección más.

Temas

Blog sobre los retos del desarrollo neuronal de los niños en una sociedad cada vez más exigente

Sobre el autor

Neuropediatra, Doctor en Medicina y Cirugía. Fundador y Director del Instituto Valenciano Neurología Pediátrica (INVANEP). Ex Jefe del Servicio de Neuropediatría del Hospital Universitario La Fe de Valencia (desde 1978 hasta 2013). Ver CV completo


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