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Fernando Mulas

Mi hijo me llama

EL CAMIÓN

Todos los años el 6 de Enero los Reyes Magos nos dejaban en casa un nuevo camión que en realidad era el que también habían traído el año anterior y que inopinadamente, allá por el mes de Noviembre, desaparecía de la circulación, nunca mejor dicho. Era el mismo pero ninguno de los cuatro varones nos dábamos cuenta, porque, eso sí, era un regalo de chicos, ya que por aquel entonces las niñas tenían asignadas preferentemente las muñecas, si bien es cierto que esa predilección no parece haber cambiado mucho.

El camión era grande y resistente, lo que daba para todos y aguantaba sin ser destripado casi todo el año. Con el tiempo los hermanos siempre comentamos lo increíble de que no nos diésemos cuenta del apaño, aunque ahora los mayores digan que al final sí que lo sospechaban. De cualquier forma la ilusión de que era nuevo y diferente podía a la realidad, sobre todo teniendo en cuenta la parafernalia que montaba toda la familia en la visita de los Reyes Magos y la ilusión que nuestro padre pondría durante semanas antes en el proyecto de cada transformación anual.

 Seguramente a algunos de los lectores más mayores les haya pasado algo similar o tal vez ellos hicieron lo propio con sus hijos. Unas veces el camión era con lona, otras sin ella, podía ser también de distintos tipos de carga, y sobre todo el color variaba cada año pues las combinaciones entre la cabina y el volquete daban para mucho. Incluso hasta las ruedas también cambiaban, lo que era evidente es que cada año parecía un camión nuevo y diferente, e incluso solíamos decir que era más grande que el del año anterior

Ahora que estamos inmersos en fechas especiales relacionadas con regalos y sobre todo con los juguetes para los niños, es pertinente analizar las situaciones que se producen cuando los pequeños reciben un juguete. Indudablemente son  muy variopintas y hablan mucho de la forma de ser de cada niño, de la actitud de los padres hacia su hijo y de como se les está educando. Hoy día los niños ocupan un lugar cada día más privilegiado en el contexto familiar, sobre todo si nos atenemos a la exigua media de descendencia de las parejas españolas, que está solo en algo más de un hijo por mujer, lo que implica que estén mirados con lupa y todas las atenciones para el niño parezcan pocas, hasta el punto que frecuentemente no se sabe que regalarles porque los juguetes se amontonan en armarios y en cajas a rebosar, buscándose cada vez alternativas más espectaculares.

En cualquier caso no se le debe dar a un niño todo lo que pide, antes hay que enseñarles a hacerlo con mesura y que aprendan que, aunque se pueda, no se debe tener de todo con solo desearlo. Cubriendo con exceso todas sus pretensiones a veces puede uno olvidarse de que el mejor regalo comienza por educarle para que sepa como escogerlo, aprendiendo a discernir las limitaciones que pueda tener en sus anhelos y asumiendo la frustración de las autolimitaciones que tienen que imponerse para contrarrestar el exceso de información y condicionantes que reciben sobre unos juguetes que aparentemente, solo ellos y nada más que ellos, pueden darles la felicidad, olvidándose de todo lo demás.

Los padres deben aprender a tamizar todas las llamadas que sus hijos les puedan realizar en este sentido, pues al fin y al cabo los niños son muy vulnerables a la información que proporciona el exceso de publicidad sobre los juguetes. Debemos esforzarnos en conseguir que el juguete sea un instrumento no solo de divertimento sino de formación que ayude a madurar a los pequeños a nuestro cargo, siendo ello fundamental en el desarrollo neuropsicológico de los primeros años de vida pues condiciona su futuro. Por otra parte los niños tiene que aprender a pedir y recibir los regalos sin exceder los condicionantes de sus propias circunstancias personales y familiares.

En muchos casos tal vez fuese oportuno retomar la táctica del viejo camión reciclado, o con cualquier otro juguete, para no caer los padres en la dinámica de buscar obsesivamente el último juguete que se anuncia. Hay que educar a los hijos para que limiten sus ansias de peticiones y enseñarles estrategias de autocontrol sobre la intolerancia de sus frustraciones cuando los juguetes no cumplan sus expectativas. Debemos potenciar que el juguete sirva además de intercambio facilitando la mejor interrelación con los hijos, así que si viene al caso vaya ejercitando: hágase con varios botes de pintura y desempolve el viejo camión usado que tiene en el trastero, seguro que ello, nunca mejor dicho, le dará mucho juego.

Temas

Blog sobre los retos del desarrollo neuronal de los niños en una sociedad cada vez más exigente

Sobre el autor

Neuropediatra, Doctor en Medicina y Cirugía. Fundador y Director del Instituto Valenciano Neurología Pediátrica (INVANEP). Ex Jefe del Servicio de Neuropediatría del Hospital Universitario La Fe de Valencia (desde 1978 hasta 2013). Ver CV completo


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