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Fernando Mulas

Mi hijo me llama

NO PASA NADA..

     Desde que entraba por la puerta de la consulta repetía siempre lo mismo: No pasa nada.. Así se manifestaba una y otra vez durante toda la visita María, una niña de diez años que con una cándida y sonriente mirada quería convencer a los demás, y a sí misma, de que su situación de estrés ante la consulta tendría un final feliz sin que nadie le hiciese ninguna prueba.

     Aquella actitud reflejaba también un hábito ecolálico de lo que una y otra vez había estado oyendo desde que empezaron a llevarla a los médicos. Si hubiese estado en su sano juicio y no se tratase de un caso de un Trastorno del Espectro Autista (TEA), la niña ya habría comprendido que aunque los adultos que la llevaban al médico siempre le decían lo mismo, que no pasaba nada, aquello realmente no era cierto por lo que sería inútil repetirlo.

     El “no pasa nada” para los niños sanos es un soniquete rutinario que acaba no siendo considerado porque al final sí que les hacen exploraciones en las consultas sin poder evitarlas. Pero no era así para María que su mente no es capaz de percibir a los demás como tales personas diferentes, y donde sus sensaciones y percepciones adquieren otras dimensiones. Era una niña con un TEA de tipo fluente y se expresaba con relativa facilidad, solo que en la consulta intercalaba cada dos frases la aseveración de que nada pasaba.

     A pesar de tener buena memoria María tendría que haber aprendido que aunque cuando ella iba a su pediatra la decían que no le pasaría nada siempre le hacían algo, como cuando la metían un palito en la garganta para verle las amígdalas, o la sujetaban para poderle palpar el abdomen o para pincharla con más seguridad. Lo peor de todo es que mientras le hacían cosas así sus papás o familiares le iban diciendo que ya está, que ya se acabó, que no pasa nada, que ya ha pasado todo, pero sin embargo debía ser para ganar tiempo pues seguían y seguían hasta el final.

     Su actitud en la consulta era de lo más perseverante ya que sin perder la compostura y la buena sonrisa mostraba una asertividad envidiable como tratándonos de convencer de que su insistencia acabaría por hacerse realidad, incluso cuando realmente lo único que hacíamos era hablar con ella y sus acompañantes. Si ocurría algo imprevisto como que en ese momento uno mismo se levantaba, o entraba la enfermera en el despacho, el sobresalto era mayúsculo, recelosa de todo, acrecentándose su angustia a veces con un llanto desconsolado a pesar de nuestros ánimos tranquilizadores.

      Cuando se sosegaba se mostraba muy sonriente, como esperando no desairar a nadie para que así le dejasen tranquila, y susurrándonos de vez en cuando la tonadilla del “no pasa nadaaa..”, a la vez que con dúctil suavidad hacía un movimiento de negación de la cabeza, mirándonos a modo de insinuación. Era curioso ver cómo estaba atenta a las explicaciones de los adultos y, mientras hablaba su abuela, María iba gesticulando con las manos los idénticos movimientos que hacía nuestra interlocutora.

     Sin embargo los familiares referían que en su domicilio la niña a veces se mostraba muy desobediente, desafiante, incluso a veces agresiva, y sólo ante una situación de impotencia como la que se producía cuando le habían tenido que hacer algo en una consulta, sacaba a flote el recurso asertivo de la frase del encabezamiento, con  una actitud de sumisión solícita para que la misma se cumpliese.

     La negación de los hechos adversos puede ser una forma de afrontamiento si los mismos producen una sensación de angustia insuperable como le ocurría a María. Tal vez en alguna ocasión usted tenga parecidas percepciones, así que si alguna vez se encuentra ante un hecho adverso inevitable y la evidencia implica que haya que asumirlo, tranquilícese y diga conmigo: No pasa NADA..

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Blog sobre los retos del desarrollo neuronal de los niños en una sociedad cada vez más exigente

Sobre el autor

Neuropediatra, Doctor en Medicina y Cirugía. Fundador y Director del Instituto Valenciano Neurología Pediátrica (INVANEP). Ex Jefe del Servicio de Neuropediatría del Hospital Universitario La Fe de Valencia (desde 1978 hasta 2013). Ver CV completo


marzo 2015
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