(Las expectativas especialmente relacionadas con los párrafos finales que refería en la tribuna de opinión publicada en el diario Las Provincias, me instan a su reproducción en este foro)
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Hay conceptos que se van introduciendo en el intelecto colectivo sin apenas percibirnos de como los vamos incorporando, pero que acaban formado parte de lo cotidiano y aceptados por la mayoría. Uno de ellos es la globalización en el amplio sentido de la palabra, una entelequia para muchos, pero también una realidad que expresa una universalidad de planteamientos y actitudes que, querámoslo o no, acaban implicando y condicionando unos determinados modelos de conducta.
El proverbio chino que se refería a que el aleteo de las alas de una mariposa se podía sentir al otro lado del mundo seguramente dio pié al término “efecto mariposa”, que implica que un pequeño cambio puede tener unas consecuencias enormes cuando se extrapola, pudiendo llegar a ser de un futuro impredecible.
En 1963 el meteorólogo teórico estadounidense Edward Norton (1938-2008), estudioso de la teoría del caos, describió este concepto desarrollando modelos matemáticos aplicados a las condiciones meteorológicas. Este descubrimiento se universalizó en 1983 cuando James Gleick publicó su libro “Caos: la creación de una ciencia”, expandiéndose así el referido efecto mariposa, también plasmado en distintos celuloides.
La teoría del caos asume por tanto el hecho de que cualquier posibilidad tiene un futuro incierto no solo en cuanto a su resolución sino también respecto a su trascendencia. El típico ejemplo es el del huevo puesto sobre la cúspide una pirámide, que no podemos predecir sobre qué lado caerá. Algo así como cuando en la política determinadas actitudes o postureos nunca sabemos en que acabarán, como los amagos de coaliciones electorales o pactos de gobierno, siempre sujetos a la alternativa contraria de última hora con tal de pillar por sorpresa al contrario.
Los conceptos complejos del caos pueden también ser interpretados filosóficamente, así como ser aplicables en distintas facetas de la vida cotidiana. Pretendemos desarrollar el espíritu individual, lo creativo, lo personal, cuando ello choca hoy día con lo general, lo global, en fin todo aquello que suponga una suma de individualidades que aglutinen esfuerzos, aunque sea en detrimento de la propia esfera individual.
Cualquier empresa se aborda con mayor facilidad desde lo colectivo, y los grupos de presión son fuertes cuando se unen, como las pandillas de los colegios donde el solitario cada vez lo está más y el grupo se potencia, actuando entonces implacablemente según va aumentado su mayoría. Si tratas de conseguir objetivos busca aliados, puesto que la individualidad y el quijotismo ya no cuentan sino para recordar a nuestro célebre Cervantes.
En lo afectivo es cierto que surge el desamparo y la incertidumbre cuando se está solo. Uno se deprime al no compartir con nadie la soledad de una casa vacía de los hijos o de la pareja compartida tantos años, por mucho que vaya encendiendo televisores por la casa. Un viaje en compañía mejor que solo, e igualmente eso ocurre con las alegrías y las penas. Como dice el proverbio sueco: “Una alegría compartida se transforma en doble alegría; una pena compartida, en media pena” .
También importa mucho mas la calidad que la cantidad de las compañías. Se puede estar rodeado de muchas personas pero a la vez uno sentirse muy solo pues los que nos rodean y son nuestros aparentes compañeros de aventuras, en el fondo pueden ser sólo de conveniencia. Esto lo sospechamos en algunos pactos o acuerdos como los que ahora se barruntan en el horizonte político, y nos tememos que antes o después sus componentes mostraran la cara oculta que sospechamos, tal vez cuando entonces no sean ya viables las posibilidades de reacción.
Esta tendencia al agrupamiento evidentemente está teniendo su devenir en la política, hecho que a todos nos afecta. Ya no cuentan con tanta fuerza las individualidades de los partidos o grupos políticos, ni se mantienen las ideas si no son válidas para conseguir una masa electoral que bien instrumentalizada permita la gran mayoría que todos anhelan. Da igual hacer mezclas que en el fondo no ligan, todo vale si la conjunción de grupos les permite hacer crecer la torre, aunque sea de Babel.
Estos acoples políticos oportunistas podrán tener un fondo ético discutible pero son legales y es lo que hay. Saber salirse de las reglas del juego, pero cumpliendo las normas vigentes, es una estrategia válida que todos los grupos deberían aprender y espabilar para no quedar en desventaja en la carrera. Si ahora pintan bastos, pues a bastos. Si ahora es cuestión de hacer coaliciones o “entesas”, pues todos. Hagan juego señorías y luego no se lamenten, así que vayan ya haciendo cábalas los que quieran tener opciones de sumar.. y seguir.