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Fernando Mulas

Mi hijo me llama

SENTIMIENTOS

      Hay funciones cerebrales que son muy ostensibles como la rabia o el placer, pero otras apenas las percibimos por mas importantes que realmente sean. Ejemplo de ello es el transpirar, así de simple. No es imaginable un funcionamiento normal  del cuerpo humano sin la función de la transpiracion, pues gracias a las glándulas sudoríparas, productoras de sudor, podemos regular la temperatura corporal, siendo una función que fundamentalmente está controlada por el sistema nervioso.

      En el cerebro hay unas cien mil millones de neuronas, perfectamente jerarquizadas anatómicamente y funcionalmente, siendo éste nuestro real y gran universo por descubrir, por más que ahora sepamos que hay tres planetas nuevos en los que es posible una forma de vida. Todas las funciones cerebrales controlan nuestras actuaciones como persona individual, especialmente diferenciadas en el ser humano, que tiene la distinción del raciocinio inteligente y que además podemos cultivar y potenciar.

     Muchas funciones de nuestro cerebro humano se van descubriendo poco a poco gracias a los neurocientíficos e investigadores que, junto con la neuropsicología de alta cualificación, describen las áreas en las que radican las funciones cerebrales superiores. Sabemos donde están por ejemplo las funciones ejecutivas, el placer, las emociones o el control inhibitorio del impulso. Estos conocimientos dan pie a modificar ciertas manifestaciones clínicas indeseables mediante fármacos que modulan determinadas funciones bioquímicas, como ha confirmado la medicina de la evidencia.

     Todavía sin embargo se nos escapan muchas funciones cerebrales de gran diferenciación, sobre las que desearíamos precisar aún más su localización y fundamentos. La mayoría de ellas se expresan además de forma innata, formando parte de nuestra forma de ser y configurando nuestra personalidad. Una de las funciones mas características de los humanos son los sentimientos, que no nacen del corazón, como uno parece que siente, sino del cerebro. Los sentimientos desarrollan su función a través del llamado sistema límbico cerebral, en cuyas estructuras se incluyen el hipocampo y la amígdala, no la de la orofaringe, áreas asociadas con la memoria, la felicidad y la socialización.

     Los sentimientos íntimos brotan de cada ser sin una explicación concordante. La  mayoría de  las veces están muy condicionados por el entorno, influencias externas y los aprendizajes, siendo precisamente muy positivo el hecho de que se puedan educar. Todos conocemos sujetos que definimos como que tienen buenos o malos sentimientos, aunque sin conocer la causa o el porqué. Los que tienen buenos sentimientos son fácilmente reconocibles por la mayoría de su entono, y  coloquialmente se les califica como “buena gente”.

 

     Si nos detenemos en los sentimientos mejor considerar los que son positivos. Estos se relacionan a veces con el aspecto físico o facial, aparte de por la conducta propia de cada uno. Un conocido refrán popular dice que la cara es el espejo del alma, aunque no siempre eso es  fiable. Además como neuropediatra debo puntualizar que muchas más veces la cara es el espejo.. del cerebro. Efectivamente algunos fenotipos particulares definen concordantemente como están desarrolladas las estructuras cerebrales en determinados cuadros síndrómicos.

      Existen personas que irradian buenos sentimientos sin quererlo. Tienen una empatía favorable que hace que sean rápidamente aceptadas por los demás y son generadoras de una proxemia positiva. Los niños son especialmente hábiles en percibir a estas personas y responden de forma muy positiva ante las mismas. También hay personas con aspecto externo especialmente agradable, aunque no necesariamente atractivas por lo físico, que además por su forma de comportarse o de hablar generan sentimientos positivos.

      Por tanto hemos de admitir que en algunas zonas recónditas de nuestro universo cerebral se encuentran áreas de las que hay que tratar de descubrir su función y en todo caso potenciar. Igual que nos ejercitamos en el correr o en el fortalecimiento de nuestra musculatura en el gimnasio, deberíamos poner énfasis en encontrar nuestras habilidades de producir sentimientos positivos y sobre todo en el modo de practicarlos.

     Una actitud negativa produce generalmente un rechazo y comportamiento hostil en el interlocutor. Sin embargo un comportamiento afectivo y atento con nuestro prójimo, haciendo esfuerzos por sintonizar positivamente con el mismo, mostrándole nuestra cara afable con el ánimo de transmitirle nuestros mejores sentimientos, provocará una óptima respuesta positiva para ambos.

     Aprendamos a ejercitar nuestros mejores sentimientos empezando por nuestra familia, los hijos y seres queridos, que así lo tendremos más fácil, aunque desafortunadamente muchas veces ello se olvide. Pero siga con su vecino de escalera, sonríale en el ascensor, continúe cuando llega a su destino o siga así con el compañero de mesa que compite con usted en su horario de trabajo.

     Sobre todo mire a su entorno y vea a los niños que le rodean. Practique con ellos el expresarles sus mejores sentimientos y aprecie también como sus hijos o los de sus amigos le llaman a través de su candidez y cariño espontáneo. Aprenda con ellos a responderles en mayor medida y también practique esas sensaciones positivas con todo el mundo. Seguro que así será más feliz percibiendo mejor los buenos momentos y sentimientos que le ofrece la vida.

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Blog sobre los retos del desarrollo neuronal de los niños en una sociedad cada vez más exigente

Sobre el autor

Neuropediatra, Doctor en Medicina y Cirugía. Fundador y Director del Instituto Valenciano Neurología Pediátrica (INVANEP). Ex Jefe del Servicio de Neuropediatría del Hospital Universitario La Fe de Valencia (desde 1978 hasta 2013). Ver CV completo


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