Apestados Reyes Magos, resulta que sois unos farsantes, el año pasado os pedí una “nitendo plus” y del mosqueo que pillé, porque no me la pusisteis, se armó tal follón en casa que mi padre se cabreó mucho y me dijo que vosotros no existís, es decir, que lo de los regalos es un bluf comercial. Primero pensé que era una mentira, pero no. Se lo pregunté a mi hermana mayor, que es una listilla y sabionda. Me dijo que era verdad y que yo siempre estaba en la parra. Del rebote que tuve se lo dije a mi hermana menor, que aún estaba en Babia, y sus llantos se oían en todos los pisos de la escalera, porque las paredes de nuestra casa son muy finas. Entonces vino mi madre, que nunca me había dado con la zapatilla y esta vez no pudo contenerse, pues la pequeña es su ojito derecho. Total que este año he tenido aún menos regalos, pero el provecho añadido de la historia de los reyes magos es que a mis padres les saqué veinte euros para que no les dijese nada a los primos el día que nos reunimos todos en Navidad. Tampoco entonces cumplimos las normas del Covid y éramos un mogollón, así que aquí nadie cumple con las normas. Todo es mentira, si existieseis lo único que deberíais traer es carbón a todo el mundo, que al menos servirá para que quien esto escribe haga un microrrelato todavía mas “sucio”. Bueno, pues hasta el año próximo queridos apestados, y a ver si en el 2022, con esto de vuestra imagen y secretismo, sonsaco a los papis hasta los cincuenta pavos por mi silencio.