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Fernando Mulas

Mi hijo me llama

CAMALEÓNICOS

     Todas las especies poseen una capacidad innata para disimular su apariencia y ocultarse de alguna manera aparentando lo que no son. Uno de los animales irracionales a los que más se le atribuyen estas características es al camaleón, que pertenece a una familia de pequeños saurópsidos (reptiles) cuyas cualidades más relevantes son el cambiar de color según sea la ocasión, gracias a una células de su capa superior llamadas cromatatóforos que contienen pigmentos amarillos y rojos. Sus ojos tienen la sorprendente peculiaridad de moverse en distintas direcciones de forma independiente y cuando se alinean tienen una excelente visión estereoscópica, lanzando entonces una potente lengua rápida y alargada con la que sorprende a sus presas, generalmente insectos inofensivos que campan a sus anchas sin percatarse de lo que se les viene encima.

     Estas cualidades de comportamiento la poseen muchos animales tanto irracionales como racionales, y concretamente la actitud de estos últimos es lo que a los humanos nos tiene que mantener alerta, siendo bien conocida la prevención del conocimiento popular de etiquetar a determinadas personas con el calificativo de camaleónicas.

     El resurgir de estas actitudes tiene mucho que ver con los periodos de estrés, como ocurre también en los animales, especialmente cuando uno trata de conseguir algo que no puede lograr con trasparencia y aparece la tentación de mostrar como sea preciso una cara buena antes que las verdaderas intenciones o motivaciones intrínsecas de lo que se pretende. Una de las circunstancias mas habituales de estas actitudes camaleónicas son los períodos electorales donde cada uno va prometiendo intenciones y pone la cara de pan o de corderito que sea necesaria con el fin de conseguir la confianza del electorado para lograr sus votos, de ahí las actitudes de prevención que el pueblo llano tiene.

 

      A fuerza de aprender a percatarse de que determinadas promesas, pasadas la cita electoral, rápidamente se ignoran, muchas personas simplemente no se fían y esto provoca no pocos abandonos previos del interés sobre lo que se pregona, cuando no simplemente la abstención. Un error, porque eso dá pábulo a los oportunistas que aguantan todos los envites pudiéndose asi llevarse al gato al agua ante la desidia general, sin que de nada valgan luego los arrepentimientos de nuestras actitudes pues ya no tienen remedio inmediato.

     Por estos motivos hemos de aprender a percibir señales que nos aporten luz y taquígrafos a las actitudes y a los cambios de aspecto y color de nuestros interlocutores. La apariencia externa o la vestimenta puede no tener trascendencia pero mucha veces es condicionante ya que todo el mundo se acicala cuando tiene una cita que interesa y el aspecto coherente siempre es una buena tarjeta de vista. Aunque sea bien conocido el dicho de que la mona aunque se vista de seda, mona se queda, el inconsciente humano asocia sus querencias a experiencias de vivencias previas de aprobación o rechazo ante la vista, que no tenemos tan sagaz como los citados saurópidos, por lo que hay que aprender a mirar tras el aspecto de quien tenemos enfrente.

     La memoria siempre es un buen aliado y gracias a nuestro hipocampo cerebral podemos  recordar actitudes previas que hoy día están mas al alcance de la mano porque los medios de comunicación son hábiles en la recuperación de sus fondos de hemerotecas, respecto a las verdaderas intenciones  de los portavoces y a las promesas previas, aunque eso también depende de quien haga la recopilación. Otra aceptable estrategia es mirar a los compañeros y aliados de quien hace de pregonero, haciendo bueno también el refrán de mira con quién andas y te diré quién eres, por mucho que en los momentos clave las actitudes se desmarquen de colegas que comulgan con sus ideas, pero que justo han caído en desgracia por cualquier destape de encubrimientos de dudosa honestidad, que de cara a la galería no son aceptables.

     Todo está a la vista pero no todo lo que se ve o se oye se corresponde con la realidad. Aprendamos a ver detrás de lo que uno mira. Por tanto hay que estar bien alerta para que los citados personajes camaleónicos no nos confundan, pues aunque el camaleón mediterráneo, que es nuestro caso, esté en aparente extinción, el humano está más vivo que nunca, debiendo todos estar prestos a no dejarnos seducir ya que nos arriesgamos al lengüetazo fulminante e inequívoco de que hemos sido su presa.  

 

 

 

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Blog sobre los retos del desarrollo neuronal de los niños en una sociedad cada vez más exigente

Sobre el autor

Neuropediatra, Doctor en Medicina y Cirugía. Fundador y Director del Instituto Valenciano Neurología Pediátrica (INVANEP). Ex Jefe del Servicio de Neuropediatría del Hospital Universitario La Fe de Valencia (desde 1978 hasta 2013). Ver CV completo


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