Estaba hojeando distraído los titulares de los periódicos que había alineados a los largo del mostrador, distintos al que tenía en la mano haciendo cola para pagarlo, cuando me fijé en uno que tenía un titular peculiar que despertó mi interés. No recuerdo lo que era y tampoco creo que me afectase especialmente de lo que iba el asunto, pero me detuve un momento tratando de apurar lo que decía el texto, a la vez que me iba desplazando lentamente con la fila. Iba leyendo sobre la marcha y eso me dejaba fuera del alcance de mi fugaz lectura, no siendo cuestión el salirme de la hilera perdiendo el turno de los que tenía detrás.
La situación se parecía a muchas de las vivencias que nos ocurren cotidianamente, dudando ante lo nimio y por contrapartida tomando a veces decisiones importantes en un segundo o por presentimientos injustificados. Dudé entonces de cambiar de periódico, pues al fin y al cabo no iba con una predilección determinada, dependiendo eso unas veces del estado anímico y otras del sentido crítico o complaciente que tuviese con el personaje o titular de la primera página, en la que siempre aparecen las noticias de forma más llamativa.
Seguí no obstante con la idea preconcebida de adquirir el diario que llevaba en la mano, pues además así me llevaría el obsequio que ese domingo ofrecía por una pequeña cantidad y que aún no se había agotado. Esta vez me apetecía llevármelo a pesar de que el periódico en cuestión tampoco era de los que yo más leía, pero también pensaba que viene bien cambiar de onda de vez en cuando para tener una información plural.
Con estas simples reflexiones me encontré delante de la cajera que con una inmutable frialdad me apremiaba sobre lo que me llevaba. No sé bien porqué, tal vez por su actitud, pero de repente me decidí por el cambio de periódico. Dejé el que tenía, pedí guardar el turno al segundo que me seguía y me abalancé sobre el diario cuyo peculiar titular había llamado tanto mi atención. Pero llegué tarde. Ya no quedaban más ejemplares de ese periódico y el último de la cola lo llevaba en la mano. Me volví algo apesadumbrado a la caja, sin imaginar lo que es fácil suponer que sucedió: el que me seguía .. ¡se había llevado el último obsequio del periódico que inicialmente yo tenía!..
Puse cara de circunstancias. Me estaba bien merecido y además aún me quedaba ir a por el pan que igual también se acababa, convencido de que lo que me había pasado era debido a mi actitud tan dubitativa en esas horas intemporales de la media mañana dominical. Tomé cualquier otro periódico de forma desinteresada pero consciente de que, sin embargo, me aferraría al mismo durante todo el día, esperando sobrellevar así, de la mejor forma posible, la siempre tediosa tarde de domingo que me esperaba.