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Fani Fernández

Mil piruetas

Nunca lleves el corazón encima por si te lo roban


Vas a buscarte el corazón, hace tiempo que no te lo encuentras. Tampoco es que tengas mucho interés en hacerlo. Si te sale al paso, pues bien, pero buscarlo, lo que se dice ir a buscarlo… En alguna ocasión ni siquiera le escuchas cuando te habla porque es un liante.

Tampoco es que tengas muy claro en dónde se encuentra. Parece un embrollo, y es que no te aclaras con la ubicación de este espeso elemento que María José Pou situaba divertida y deliciosamente el otro día en su columna en el interior de los moños de fallera a raíz de alguna que otra polémica mediática.

Es un tema éste que te apasiona. Los antiguos situaban el alma en el corazón, más tarde el cientifismo la ubicó en el cerebro reduciendo siglos de áurea a meras reacciones neuronales. Eléctricas. Y ahora ha aparecido alguien con una teoría que te resulta cuanto menos curiosa, más si cabe porque surge en estos tiempos en que se antepone la razón por encima de cualquier otra consideración denostando las ‘razones’ del corazón por entenderlas como impulsivas, basadas en emociones, culpables de arrastrarnos a un mundo a la deriva… En estos tiempos en que se contraponen constantemente cabeza y emoción …

A diferencia de tu gurú de la ciencia de cabecera, Eduard Punset, que cuenta las teorías de Thomas Willis en su libro “El alma está en el cerebro”, Annie Marquier sostiene que es el corazón quien tiene cerebro.

Para esta matemática e investigadora francesa el corazón actúa sabiamente. Dice que el corazón arrastra al cerebro, que las emociones no son más que estados de conciencia inteligente y que posee un sistema nervioso independiente con más de 40.000 neuronas así como una compleja y tupida red de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo. Además, hay cuatro tipo de conexiones con el cerebro: comunicación neurológica, biofísica, bioquímica y la más sorprendente, la producida a través de campos magnéticos e información energética.

Desconoces cuan de rigurosamente científico es todo esto por el momento, pero no deja de parecerte cuanto menos divertido tenerlo en cuenta.

Ahora sólo te resta aprender a conseguir llegar y mantenerte en este estado de equilibrio perfecto entre la mente, el corazón y las emociones con el que los científicos definen el término coherencia, para no caer. Hablando de no caer, Carlos Pajuelo te ofrecía ayer en uno de sus sutiles y refinados guiños ‘auparte’ en un ‘pas de deux’. ¡Qué gracilidad la suya!. Deberías seguir sus sabios pasos para no darte de bruces contra el entarimado.

Respecto al corazón por si acaso, si por fin lo encuentras, te lo dejarás sobre la repisa del gabanero, antes de salir de casa, no vaya a ser que te lo roben.


octubre 2012
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