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Fani Fernández

Mil piruetas

Papel joya


Los periódicos no deberían servir para envolver los zapatos del día siguiente.Tampoco para hacer de salvamanteles de la paella, acompañando el sabor a gloria y romero con un regustillo a tinta e imprenta. A veces mientras los amigos y familiares trajinan por el paellero y descubren el manjar retirando el papel del diario te has quedado absorta mirándolo y pensando si el inconformismo, la necesidad de contar o las inquietudes colectivas de quienes aparecen y escriben en ellos pasan de la tinta al arroz como por arte de magia y logran traspasar éste para penetrar en nuestro interior indefectiblemente. Quizá. Todo un recorrido insospechado el del trasiego de noticias e historias con que cubrimos el caldero.

Ayer mismo leíste que la afamada casa Tiffany’s empezó precisamente vendiendo papel. Y te parece curioso que la marca de joyería neoyorquina naciera en realidad como papelería en el año 1837. Unos años después, en 1853, la compañía dio un giro a su negocio y comenzó a centrarse en la venta de joyas. Hoy, te apetece soñar como a Audrey Hepburn, quizá su camino fuera el inverso.

Aunque cada vez más te subyuguen y seduzcan los brillos que se adquieren ya pulidos y bruñidos porque te agrada aparecer refulgente en medio de la noche con alguna joya encima, crees que hay maneras más naturales de brillar con luz propia. Francamente no alcanzas ya a imaginar mayor lujo en estos tiempos que corren comparable a poder permitirte leer un libro en papel u hojear plácidamente el periódico un domingo por la mañana. Más si cabe si lo haces ante un buen desayuno sin dejarte algún reportaje o entrevista en la lista de lecturas pendientes para un después que nunca lo acaba siendo. Un auténtico momento joya en el cual te cubres de oropeles y vistes de arriba a abajo por dentro, elegante y glamourosa, cuando todavía vas en pijama y los placeres lo son un poco más recubiertos de esa maravillosa sensación de plenitud dominical.

Las perlas de papel ofrecen una ventaja respecto a las alhajas convencionales y es que te las llevas puestas encima por menos de nada sin necesidad de caja fuerte a prueba de recelos, miradas perniciosas y codicias absurdas pegadas a ti para siempre jamás. Luego llega el momento paella. Si muchos sospecharan hasta qué punto se filtran en nuestro interior algunas de las cosas de las que cuenta la prensa cubrirían los zapatos o el caldero de otra forma o se dejarían llevar y guardarían un respetuoso silencio en ese instante imperceptible, quien sabe.

Pero hablábamos de joyas. Las hay de muchas clases y lo son precisamente porque perviven en el tiempo con su brillo intacto. Históricas, joyas malditas, joyas robadas. Incluso podemos encontrar un bolso joya o embutirnos dentro de un vestido de paillettes, prendas y complementos de gran valor cargados de poderosa personalidad y concebidas para ennoblecer nuestro ‘look’.

Tienes piezas de incalculable valor sentimental, ligadas a un instante imborrable de tu vida, perfecto broche de oro para un tentempié frugal en la cafetería junto al trabajo o recuerdo indeleble de que algo pasó. Muchos recordamos perfectamente la noticia más destacada de tal o cual día o incluso guardamos como recuerdo el periódico del día en que nacieron nuestros hijos. Tú misma -la memoria aún puede dar un pequeño salto más allá y revivir aún- tienes presente la sensación que te produjo en la Facultad un pedazo de papel que circulaba de mano en mano, hoy totalmente reciclado. El artículo ha sido consagrado a lo digital, puro papel titulado en su día por Manuel Vicent como ‘Principio de Arquímedes’

El papel joya.


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