Sentada en una terraza del Mercado Colón reposas en una pausa entre tienda y tienda. Necesitas tomar algo ligero y descansar tus maltrechos pies mientras trazas tu estrategia para las próximas horas. Y observas.
Mercadillo, flores, sorbo de café… Pasa ante ti y el resto de la humanidad un apuesto joven de abrigo impecable y maleta pulcra tras de sí. Este señor no va de rebajas, se dirige a algún lugar, alguien le espera, trabajo o final de vacaciones con la familia quizá. Se desvanece entre la gente. Mirando cómo entra la luz del sol del mediodía por la estructura del edificio reflexionas unos instantes sobre por qué con lo que te ha gustado, con lo que te emocionaba el momento de prepararlo todo, cada vez te atraiga menos viajar. Qué pesadez te parece ahora andar con el equipaje de aquí para allá en plan turista.
Y piensas en cómo será la maleta de Gerard Depardieu, o Depardiev, ahora belga ahora ruso, paseada jocosamente como sable en duelo o penacho al aire. La diferencia en impuestos le ha parecido al actor galo que bien vale la pena la polémica y la foto con el presidente ruso, bufón de Putin le llaman… Tu Cyrano de Bergerac en un gesto renuncio.Y su nueva patria encantada, ya se sabe, Los Urales siempre mirando hacia La France.
Este señor anda poniéndose de nuevo el mundo por montera mientras nosotros andamos preocupados porque no nos fagociten los vecinos del norte o del centro. Las cintas transportadoras de recogida en los aeropuertos pasean ante nuestros ojos el bagaje con el que viajan muchos, hay quien lleva la casa detrás metida en un baúl del que ni quiere ni puede desprenderse o por contra equipajes de mano pero también quienes con su maleta-collage de pegatinas mil disfrutan de conocer mundo, ese placer generalizado de esta modernidad low cost en que ‘el món és un mocadoret’. Y concluyes con una sonrisa que gentes y maletas hay de muchas maneras si bien las que huyen del fisco evaden además de impuestos elegancia.
Vuelves a mirar el aspecto del mercado mientras pones a tono tus pies aún doloridos por el plantón de la calle La Paz en la Cabalgata de Reyes -sólo a ti se te ocurre estrenar zapatos ese día-. Será cuestión de proseguir, se trata de buscar más y saber medir hasta dónde gastar. Los chollos vuelan. Y la elegancia, también.