Lo desconocías pero el ‘arsenal químico’ que se esconde en el baño de cualquier mujer supera al de algunos países en peligrosidad, igual de oculto e inconfesable. Sólo que en productos de belleza. Si te detienes a leer su composición no te extraña que sean prohibidos en los equipajes de mano de algunos aeropuertos. Pero no se trata de eso.
Ayer la Unión Europea se mostró tajante: a partir de ahora ya no podrá comercializarse en los países miembros ningún producto cosmético que se haya experimentado en animales. Las limitaciones se han ido introduciendo paulatinamente en los últimos años y restaba aplicar una última fase para la eliminación progresiva de este tipo de ensayos en los laboratorios cosméticos. No supone ni muchísimo menos prescindir de nuestras cremas pero algo está cambiando y deberá hacerlo aún más en las prácticas generalizadas entre las marcas de productos de belleza.
Renunciar a unas pieles estará siendo difícil para algunas féminas pero no disponer tal cual los conocemos de los ‘potingues’ con que nos embalsamamos nuestra piel cada noche es una incertidumbre demasiado cruel para cualquier mujer del siglo XXI más si cabe si nació en el XX. Tú misma venderías tu alma al mismísimo Mefisto por evitar una arruga o un pelo encrespado cual Fausto en busca de la eterna juventud, pero no todo es válido para lograrlo según la nueva normativa comunitaria. Resulta curioso cómo se analizan con lupa los componentes y métodos de una carne para consumo humano y sin embargo no hacemos otro tanto con este tipo de productos. Desde que escuchaste aquello de la placenta te entró cierta aprehensión y prefieres no mirar lo que se cuece dentro de una máscara de pestañas o una pasta de dientes si te resultan efectivas. Y nos las ponemos sobre la piel a diario. Hasta ahora en ningún frasco de champú constaba si había sido testado sobre la piel de un animal ni los métodos de los laboratorios para alcanzar una formula, cual Grenouille en ‘El Perfume’, lo que nos exime a los usuarios de algún modo.
La Comisión se ha comprometido a seguir apoyando el desarrollo de métodos alternativos y a trabajar con otros países para que adopten el enfoque europeo en pro del bienestar de los animales. De los no humanos, se entiende. El acuerdo de hace diez años ya prohibió la experimentación con animales pero otorgó una prórroga a fin de testar efectos “más complejos” para la salud humana como la toxicidad por administración repetida, incluida la sensibilización cutánea y carcinogenicidad.
La evaluación del impacto en un sector de innovación tecnológica se desconoce pero el sólo el mercado de la perfumería y la cosmética obtuvo en España durante el 2012 un consumo cercano a los 7.000 millones de euros (Europa Press) y confirmó su desarrollo exterior al superar los 2.400 millones de euros en exportación según datos del informe anual de la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa). A efectos prácticos desconocemos la repercusión sobre la calidad y el coste de producto qué nos supondrá a los consumidores la entrada en vigor de la nueva normativa comunitaria.
La belleza no se usurpa pero se compra -o eso nos venden- y se perpetran auténticos robos en su nombre.