Pensar que puedes estar a un paso. De encontrarte su nombre en Facebook, de aceptar su solicitud de amistad. De tenerle de nuevo en tu vida de alguna manera o de haceros amigos para siempre, una vez más. De aliarte con tu pasado o de pelearte nuevamente con él. Es lo que tiene el Facebook -y el cine-, te hacen revivir historias que resurgen a través de la pantalla.
Gatsby no tenía Facebook pero el pasado también le escupió sus errores. El dinero no lo compra todo y a veces se venera precisamente para olvidar aquello que no pudo poseerse. En la nueva adaptación cinematográfica que se estrenará en unos días de la novela de Frances Scott Fitzgerald, el actor Leonardo Di Caprio encarna a un tipo soñador que vive inmerso en un excéntrico mundo de fiestas y notoriedad erigido a partir de turbios negocios. Pero entre tanta opulencia guarda un secreto, un vacío con nombre de mujer.
‘El mundo, por lo general, no habita en playas ni en clubes de golf’, escribió en los locos años 20 el escritor norteamericano en una novela cuyo personaje hijo y víctima de una época, se convirtió en icono de aquella Generación Perdida con claras similitudes con la sociedad actual casi cien años después.
Toda vida de éxito encierra sus miserias en un frasco de las esencias que es mejor no destapar, pero si poseyéramos la fórmula mágica del éxito o la felicidad el día a día tendría muy poca gracia, algo que sirve de consuelo en estos tiempos aciagos de fortunas deorbitadas y descalabros financieros.
Resulta tentador dejarse seducir por el dinero embriagándose de su aroma aunque acicalarse con el mejor de los aceites no te garantiza la plenitud, que carece de receta a seguir para ser alcanzada. La fórmula magistral, la mezcla de ingredientes que hacen posible la magia de sentir o evocar la gloria no la da el dinero -no del todo- sino que debería obrar en poder de algún talento como el de de Grenouille, guardado en el interior de un pequeño tarro de vidrio dispuesto a ser compartido con el común de los mortales.
Tanto talento y tecnología y no hay manera, oye. Si alguien hubiera inventado el perfume del dinero capaz de satisfacer la ambición y aplacar la furia de los mercados el mundo hoy sería bien distinto.