Ha llegado la temida ‘hora de la verdad’ a las puertas de otro verano. Ponerte el bikini e intentar lucirlo o no deslucirlo demasiado, porque tú al menos te niegas en redondo a calzarte dentro de un bañador en plan Esther Williams mamá de los años cincuenta -estás hablando del pasado siglo, horror-. Y es que esto de ser una anti deportista acérrima tiene sus desventajas, a pesar de que no pares en todo el día y hagas más steps que las del mantenimiento del Empire State.
Este es uno de los momentos más crueles para una mujer que cada día tiene menos de niña y un poco más de adolescente reciclada, que diría una amiga, momento en que ya ni te atreves a duras penas a sondear las miradas que llegan hasta tu cuerpo desde las sombrillas y la orilla. No dejan ni un centímetro por inspeccionar, oye, tengas la edad que tengas, hay que ver qué aburrido debe ser el periódico o lo que sea parece que están leyendo. En ese sentido -nunca lo confesarás, sería casi anti español hacerlo-, pero agradeces que ya no hayan chiringuitos, mira por dónde, ya se sabe que la gente en grupo se envalentona más. Te puedes sentir el ser más pequeño del Universo o una diosa dentro de una amplia escala de ‘valores’ de la que ninguna se escapa.
Aunque todo esfuerzo de la conocida como ‘operación bikini‘ tiene su merecida recompensa. El estilo y la gracia y la fingida seguridad con que instintivamente te pertrechas con los años se encargarán de aliviarte tan cruciales segundos. Afortunadamente, el momento del ‘descubrimiento’ de la Venus dura sólo unos instantes. Los niños y el marido complaciente que siempre te encuentra estupenda te pongas como te pongas y nuestra autoaceptación práctica de ‘no más malos rollos’ hacen que la playa o la piscina continúen siendo un gran placer.
No nos vamos a comparar con ninguna, para qué. Mientras intentas disfrutar del momento del regreso estival sin recordar tu cuerpo de antaño en su forma primigenia -y lo consigues-, te autoflagelas con reproches por no haber practicado suficiente gimnasia -ninguna en tu caso-, ni crema anticelulítica ni tratamientos carísimos sólo al alcance de unas pocas y demás; pero ahora ya poco se puede hacer, piensas, mientras te vas untando de bronceador exprés, además tú no tienes tiempo para eso. El año que viene será. Es cuestión de constancia, lo sabes, pero tampoco has sido de las que se torturan con la imagen, entonces no puedes quejarte ahora… Y ya nos ves a todas ‘atacás’, paseando por la orilla como quien no quiere la cosa, por puro ‘hobbie’ aunque el sol nos queme vivas, mientras miramos de reojo el resto de cuerpos que circulan en sentido contrario.
Hace poco escuchaste a Merche Carneiro, en ‘Valencia en la Onda‘ de Onda Cero, hablar de la fajatanga, medio en broma medio en serio, junto a sus compañeras de equipo. Habrá que ir viendo eso qué es lo que es.