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Fani Fernández

Mil piruetas

Juegos prohibidos

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‘Dicen que los niños descubren el mundo mediante el juego. Luego, los adultos, renunciamos a él por miedo a las heridas en las rodillas del alma. Perder es un riesgo que una persona responsable no se puede permitir. Y así hasta que en la vejez quizá descubrimos que todo ya, y de antemano, estaba perdido. Sólo jugar nos salva de nuestra condición de perdedores’, decía Luis Martínez en ‘El Mundo’ hace poco en un repor sobre la muerte de Resnais. Y te parece preciosamente perfecto para abrir este tema.

Los niños corren, se ensucian, se hacen pequeñas heridas. Y también chillan y se pelean. Forma parte de su maravilloso descubrimiento del mundo, de su aprendizaje. Viven sus propios pequeños/grandes conflictos que deben ir resolviendo por sí mismos. Bajo el atento tutelaje de algún adulto, por supuesto. Tazos, cromos, peonzas, juegos de cuerda como la comba, gomas de saltar, pelotas, son sólo algunas de las cosas que hoy en día se prohíben en los colegios por las causas más diversas con el fin último de preservar la seguridad del alumnado pero que obedece más bien -crees tú- a una practiquísima comodidad y deseo de evitar conflictos desde los centros escolares. Hasta del más nimio e intrascendente.

Es una cuestión que te deja perpleja porque a veces te preguntas a qué juegan los chavales en los patios. Eso teniendo en cuenta del poco tiempo de que disponen para jugar con la ingente cantidad de deberes que llevan para hacer a casa a diario. Te decía una profesora de Primaria que se ha llegado a tal extremo porque el profesorado siente pavor ante las posibles denuncias por parte de los padres de los escolares, cada vez más numerosas. Así pues los centros educativos se curan tanto en salud que la precaución alcanza límites cuanto menos sorprendentes.

No es exclusivo de los colegios, sólo hay que ver los letreros de algunos parques en donde los ayuntamientos también se curan en salud ante posibles percances y denuncias por responsabilidad civil. Sólo hay que ver lo desiertos que están algunos. Si no se puede circular con bicicleta, patines o jugar al balón. ¿Qué se hace en un parque? ¿Calceta?. Algo parecido pasa en los recintos de las piscinas o en las zonas comunes de los apartamentos veraniegos a la hora de siesta. Afortunadamente los niños siempre encuentran la manera de disfrutar del juego hasta no teniendo con qué.

Enseñarles lo que está bien o no hacer es una cosa y constreñir su infancia haciéndola prisionera de nuestra adultez otra bien diferente. Por eso la noticia hoy es toda la contraria, o sea, que un colegio dé a jugar a los niños a lo que quieran.


marzo 2014
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