Has puesto la frase del revés, hecha jirones porque crees que el mundo no puede, no debe ser de quienes no sienten. Lo dices ya bajo los efectos del abril después de andar con un grupo de amigos en una terraza mientras dais cuenta del aperitivo, con la sensibilidad primaveral a flor de piel y las sensaciones y emociones acudiendo de manera intensa en un soleado mediodía de sábado. Ya lleváis rato en medio de un sosiego maravilloso. Habla el amigo de un amigo en medio de ese halo que envuelve a la gente sentimental. Le escucháis.
Dice que la sensibilidad está en el aire y que aunque nadie nombre sus esclavitudes, o cómo combatirlas y doblegarlas, estar están, meciéndolo todo. Como estás en esa fase en que te apetece parapetarte en todo lo que es cálido, sonríes mientras habláis de corazas y de niños indefensos a pesar del paso de los años y vuelves a sonreír porque en esa lucha feroz contra el tiempo ya sabes de antemano quien va a ganar la partida con su velocidad de vértigo echándolo todo a perder.
De estar en vuestra mesa repleta de amigos, Pessoa se hubiera sentido menos solo en sus observaciones. Él -que habla de saber pensar con las emociones y sentir con el pensamiento, de sentirlo todo de todas las maneras-, define la sensibilidad como una llama al viento y de la más alta sensibilidad cuando más sutil es la capacidad de sentir, cuando es capaz de vibrar incluso ante las cosas más pequeñas casi de manera absurda.
Pero en los momentos en que te pesa decir lo que sientes qué complicado resulta decir lo que se siente exactamente como se siente. Ahí la fiebre del sentir se puede convertir en un verdadero tostón. Sintiéndolo mucho, en medio de la vorágine del día a día cuán difícil es manifestar y procesar la empatía y la capacidad para sentir con el otro. Y por ello qué maravilloso punto de encuentro es la afinidad. Totalmente electiva, en una terraza al sol o cualquier otro lugar, a pesar de que el otro día propusieras medio en broma medio en serio Cloak, una App que te pone en alerta ante la proximidad de ciertos de tus contactos para poder esquivarles si no estás por la labor.
En el ‘Libro del desasosiego‘ Fernando Pessoa reflexiona sobre absolutamente todo en más de cuatrocientas páginas repletas de exquisita sensibilidad que fueron recopiladas a lo largo de su vida. Hay dos cosas que estorban a la acción -se explicaba-: la sensibilidad y el pensamiento analítico, que no es, a fin de cuentas, otra cosa que el pensamiento con sensibilidad. Para el portugués “toda acción es, por naturaleza, la proyección de la personalidad sobre el mundo exterior, y como el mundo exterior está en buena y en su principal parte compuesto por seres humanos, se deduce que esa proyección de la personalidad consiste esencialmente en atravesarnos en el camino ajeno, en estorbar, herir o destrozar a los demás, según nuestra manera de actuar”. Para actuar es necesario, por tanto, que no nos figuremos con facilidad las personalidades ajenas, sus penas y alegrías. Quien simpatiza, se detiene, observaba para proseguir diciendo que “el máximo ejemplo de hombre práctico, por reunir la extrema concentración de la acción junto con su importancia extrema, es la del estratega. Toda la vida es guerra, y la batalla es, pues, la síntesis de la vida. Ahora bien, el estratega es un hombre que juega con vidas como el jugador de ajedrez juega con las piezas del juego. ¿Qué sería del estratega si pensara que cada lance de su juego lleva la noche a mil hogares y el dolor a tres mil corazones? ¿Qué sería del mundo si fuéramos humanos? Si el hombre sintiera de verdad, no habría civilización”.
Esclarecedor y descorazonador análisis del mundo de la acción que te apetece zarandear un poco, en medio de una terraza, con papas y cervezas al sol, eso sí. Por eso crees, no es fácil medir la respuesta a cada estímulo que nos llega. Habláis también de una sensibilidad exhausta, hasta de una sensibilidad fatal. Pero también de la sensibilidad para con el débil. Quizá por ello, crees, cada vez más, el mundo sí es de los que sienten por encima del sentido de lo práctico imperante. Nada tendría sentido de ser sentido de otro modo. Sin ir más lejos, por poner un ejemplo, el arte no es más que la fuga -necesaria- de la sensibilidad. En general y por aplicarlo extensivamente a cualquier faceta, podría decirse algo así como que mientras algunos sienten la lluvia, otros simplemente se mojan.