Llegado de la oficina quítate la camisa y ponte la camiseta y mallas de color y asalta la carretera secundaria, los caminos, los viales. A muchos de tus amigos y gente conocida les está dando por correr. Por lo que has podido observar modalidades en esta nueva moda haylas a gogó, de fin de semana o de entresemana, de cuatro o cinco vueltas a la manzana o campo a través, solo o en compañía de otros, en el anonimato o con seguimiento a tiempo real desde las redes sociales. Te cuentan que se sienten bien, con las endorfinas a tope, y que engancha. Entre otras muchas razones por llevar una vida saludable y poder vivir cien años -como no quería Sabina– y morir de un ataque de salud que no de amor -como hubiera querido García Márquez-.
Tiene una ventaja lo de bombear tan rápido y no es otra que la sangre deja de estar en el cerebro para ocuparse de otros menesteres. Además es gratis, así pues va en aumento. No hay más que ver las impresionantes imágenes de ayer del mítico Marathon de Boston o de la Media Maratón de Moncada en el sitio http://valenciarunner.com/, por ejemplo. Crece el running, un filón en pleno desarrollo que cuenta cada vez con mayor número de aficionados, federados o incluso causas humanitarias asociadas a las carreras -los conocidos como social runners-, etc, con el cronómetro como afición, justo en la edad en que empiezas a ver atractivas algunas redondeces sin fustigamientos contra natura.
Luego hay a quien le da por leer viñetas en ‘The New Yorker‘ para recuperar el aliento. Lo dices porque se ha publicado una antología de la mítica revista norteamericana –‘La oficina de The new Yorker‘-, compuesta por centenares de viñetas humorísticas desde 1920 hasta nuestros días, un retrato social de temas y situaciones que a todos nos son familiares: el horror del lunes por la mañana, la importancia de las apariencias, las reuniones que se eternizan o la adicción al trabajo. La obra de ochenta artistas distintos, entre ellos algunos de los más destacados dibujantes de la revista como Robert Mankoff, Leo Cullum, Tom Cheney, Peter C. Vey o Lee Lorenz, somete a su mordaz visión el día a día laboral.
En la Gran Manzana -te cuentan-, es corriente ver a las ejecutivas calzadas con deportivas por la calle que después cambian por el tacón al llegar al trabajo. Algún día quizá hasta sean imprescindibles en los despachos para algunas carreras de fondo. Aunque correr por el placer de correr, sin huir de nadie y sin presa a la vista, es otra cosa, una manera de parar el mundo y respirarlo a lo bestia, hiperoxigenándolo. De recorrerlo a tu ritmo y antojo, a todo pulmón, hasta que mutes en un animal sedentario.