“No están permitidos” como el humo del tabaco o los perros. En los últimos tiempos empiezan a aparecer hoteles, normalmente de cuatro y cinco estrellas, que permiten a los padres desconectar y disfrutar de unos días sin preocupaciones y sin enfants, terribles o no. En estos lugares impera la tranquilidad y el relax con muy poco ruido. Los biberones y los pañales desaparecen y los llantos y gritos de los más pequeños se olvidan. Parecen las vacaciones ideales, para muchos padres lo son. Y es que la sociedad no para de crecer y evolucionar y cada vez son más las diferentes alternativas que existen para pasar unas jornadas de descanso.
El sector turístico se renueva constantemente. Hay que reconocer que los hábitos en la mesa son difíciles de inculcar y costosos de seguir, toda un ritual que los más pequeños tardan en entender y más aún en practicar y en público viene a sumir a sus responsables papis en un estado de agobio que acaba siendo extensivo al resto del establecimiento. Ralentizan y limitan nuestros movimientos. Los conocidos como restaurantes y hoteles dentro de un “espacio sin niños” ofertan un local sin ruido, al menos sin el provocado por los cubiertos cayendo de la mesa, alguna copa rota, inevitables tropiezos con el camarero o los clientes en la recepción o las probables intromisiones en mesa ajena por no hablar de los enormes carros de bebé que deberían ocupar plaza en el aparcamiento.
El largo etcétera de todos conocido -cómo se atreverán a salir de casa, debe pensar más de uno-, te hace pensar que la iniciativa seguramente podría tener su público y no no te resulta difícil imaginar la existencia de parejas, grupos de amigos y ejecutivos que busquen un rato de sosiego gastronómico y conversación o un fin de semana en un hotel sin tener que escuchar la familiar llantina que inconscientemente te pone en alerta, aunque de sobra sepas que no se trata de tus hijos.
La polémica nuevamente está sobre el mantel, impoluto, eso sí. Hay quienes no gustan de hacer piruetas con la prole y tampoco gustan de verlas hacer al prójimo. La Federación de Hosteleros de España defiende los intereses del sector y nuevos nichos de mercados mientras las Asociaciones de familias numerosas se oponen a ello por considerarlo una discriminación a la infancia y a las familias en sí aunque poca presión real puedan hacer al respecto. Parece la revancha y hartazgo ante los espacios especialmente habilitados y las facilidades de la gran mayoría de establecimientos hoteleros y de restauración.
Crecen como la espuma. Salou, Benidorm, Mallorca, o destinos más remotos como Tailandia, Punta Cana, Los Alpes o Cuba están poniendo de moda esta oferta turística. El mercado es el que manda y la ajetreada vida de sus mayores no parece dejar a penas un hueco para los más pequeños. Qué aséptico todo. Qué aburridamente formal. A jugar, pero con la etiqueta del ‘free child’.