Tres silbatos parados. De izquierda a derecha, inmigrante, abuelo y padre, pero tremendamente solos. Es el mensaje captado por la cámara de Jesús Signes. En 2007, 2008 y 2009, el euribor era un tema recurrente. Reconozco que cada día lo miraba con atención cual broker que el dinero se le fuera en ello pero en 2010, que, por cierto, es cuando he empezado a tener hipoteca, lo miro de uvas a peras.
¿Por qué prestaba tanta atención antes? Los promotores me decían que si bajaba el euribor se venderían más pisos. Esto ha resultado falso. Los hipotecados temían que nuevas subidas de la letra menguaran su ostentosa calidad de vida. Hasta el Consell introdujo una deducción fiscal para hacer frente al euribor enemigo. Era una cosa fácil de entender. De pagar 800 euros al mes a que sean 1.000 y para después volver a pagar 800. Por cierto, que mala pata que primero subió un 25% la letra y luego sólo bajó un 20%.
Ahora, que el euribor tiene una tendencia muy levemente alcista, Adicae, asociación de usuarios de bancos, cajas y seguros, convoca una manifestación para protestar contra las cláusulas abusivas de las hipotecas pero sólo los organizadores acuden. Una de las dos pancartas que se mostraron en la minireunión de Valencia rezaba: “¡Basta de suelos, clips y swaps!”. Mi pregunta es: ¿Cuánta gente entiende esto?
Protestar contra el euribor era sencillo. Aunque pocos saben cómo se calcula este índice, muchos se pueden atrever a decir que es política económica y, por tanto, que la culpa de que la cuota hipotecaria corresponde a Zapatero, Camps o Rita, en porcentajes distintos según el color político de cada uno, o a los que estén en sus puestos en el futuro. Sin embargo, salir a la calle por los clips y los swaps supone reconocer que has firmado un contrato sin leértelo o, lo que es peor y más habitual, sin entenderlo. Es poner de manifiesto que en la época de bonanza éramos los reyes del Mambo. En esta sociedad, que todavía no ha calado de forma generalizada que ya no somos todos inmensamente ricos, postrarse ante la sociedad para mostrarse como un simple humano es una prueba de madurez que aún no queremos pasar.