El Gobierno ha decidido congelar el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) en 641,40 euros. La decisión es claramente injusta pero no existe margen de maniobra y subirlo sería un error.
Para entender esta incogruencia hay que recordar varios datos. Poco más de 180.000 trabajadores (más o menos el 1% de los cotizantes) cobran este salario mínimo. Para los empresarios que pagan la miseria de 641,40 euros pasar a abonar 800 no debería de ser ningún quebranto. Una empresa que sólo pueda vivir pagando a sus empleados 641,40 euros al mes no es el tipo de empresas que debería permitir nuestra economía. Si no da para más, no es un negocio y, por lo tanto, que cierre.
Atendiendo a estos datos, el salario mínimo debería subir. Un incremento hasta los 800, sin embargo, supondría un gravísimo problema para la economía. En muchos convenios, el sueldo está vinculado a este referente. La empresa que paga, por ejemplo, 2,5 veces el salario mínimo retribuye a sus empleados con unos 1.603 euros brutos. Con esta subida tendría que pagar 2.000 euros, es decir, un 25% más. Estando en los tiempos que estamos, creo que es fácil entender que si por una medida nacional se incrementan los costes de una empresa de tal manera la muerte de estas empresas sería cuestión de segundos.
¿Cuál es la solución? El problema es que el salario mínimo interprofesional no es un referente real de lo que realmente se acepta en este país como salario mínimo. Hasta que el concepto no responda a la realidad, la cifra del SMI no tiene valor alguno más que la gravísima injusticia de los que no tienen más remedio que aceptarlo.
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