Banco de Valencia lleva año sufriendo un ataque especulativo excesivo y carente de sentido. Las posiciones bajistas, es decir, los inversores que ganan más cuanto más baja la acción se han cebado con esta pequeña entidad que, precisamente por ser pequeña, ha sido más manejable por los especuladores.

La situación real del banco dista mucho de aquellos más 3.500 millones de euros que llegó a valer en Bolsa pero también de los 250 que apenas cuesta ahora. Entre campos de naranjos y casas de difícil venta fruto de decisiones erróneas tomadas en la cúpula de la entidad durante la bonanza (cuando dirigía un político y el consejo no hacía preguntas molestas), la entidad tiene una larga lista de bondades.

No hay que hacer un gran análisis para darse cuenta que el valor actual de Banco de Valencia no es el real. Sólo con vender la sede y un par de participaciones (Aguas y Renomar) ya se obtendría más dinero que el valor de la entidad según los mercados (especuladores).

Obvia decir que la red comercial de Banco de Valencia tiene un enorme valor. Su experimentado personal, el negocio que maneja y los locales que utilizan deben ser tenidos en cuenta.

Hay que valorar otro aspecto. Entre comentarios de bar se escucha que quién va a querer comprar Banco de Valencia. “Es un pufo”, dicen los más insensatos. No nos engañemos.

Banco de Valencia tiene deficiencias pero el comprador la obtendrá saneada. El ganador de la puja tendrá dinero público para tapar los agujeros pero además tendrá participaciones empresariales con los que obtendrá cientos de millones, una muy buen red comercial y “la” sede.

Menuda sede. El comprador de Banco de Valencia estará posicionado para ser el líder financiero de la Comunitat. Un actor de tercer nivel no puede estar en el mismo centro financiero de Valencia. El que la ocupe tiene que ser un líder indiscutible.

Sígueme en Twitter. @julianlarraz