Hablo con un industrial valenciano preocupado. Últimamente viaja mucho y me comenta que alemanes y rusos empiezan a dudar de su palabra. “Dicen que si ya hay revueltas en la calle, se creen que España es Grecia y ya no sé como decirles que no. Me han preguntado incluso si voy a cerrar”.
La empresa de este industrial no va a cerrar. Gracias a su esfuerzo y a su acierto en los productos es una de esas pymes desconocidas que va creciendo mes a mes y cuya preocupación es que los clientes no se les escapen porque no es capaz de producir lo que piden. Quizá este valenciano sea un caso raro, extraño y poco significativo pero resulta lamentable que los que tienen bolas de cristal (que son los que entienden lo que dice el FMI y compañía) digan que el problema de España es el retraso en la toma de medidas y que, mientras tanto, a uno de los que le va bien (porque ha decidido moverse) tenga como hándicap para su negocio que sus propios políticos se mantengan inmóviles.