Al principio de la crisis, la sección de economía al completo acudimos a un curso de Cuatrecases sobre los procesos concursales. Un profesor, no recordamos cuál, dijo: “Cuando una empresa hace un cierre a la ilicitana, hay poco que hacer”.
Esto de “cierre a la ilicitana” fue concepto nuevo. De hecho, no se encuentra en google ni en diccionario alguno pero el maestro nos explicó que consistía en cerrar la persiana en una empresa y echar a correr.
Con la Llotgeta de la CAM ha pasado esto. La obra social ha cerrado a la ilicitana y no hay previsión ni esperanza de que vuelvan aquellos tiempos tan especulativamente felices.
Las cajas han muerto y se han convertido en bancos y con ellas la obra social va a desapareceer en los términos en los que la conocimos durante la bonanza.
La obra social ha sido un gran argumento publicitario para las cajas. Sin embargo, aquello de compaginar lo caritativo con lo rentable va a cambiar. Se acabó lo de presupuestos fijos para ser bondoso con la sociedad y mirar cómo estos actos se pueden convertir en rentables. Seguirán vivas si son rentables para los accionistas, cuestión que ni mucho menos se debe descartar como no se debe olvidar que el objetivo será la rentabilidad.
Toca apretarse el cinturón y las obras sociales no van a ser una excepción. Primera prueba: La Llotgeta cierra a la ilicitana.
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