La ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, ha tenido una nueva ocurrencia. Consiste en obligar a que el 3% de los presupuestos del Estado se gasten en productos ‘made in spain’. A primera vista puede parecer una propuesta adecuada pese a ser una pequeña vuelta al proteccionismo en una economía en la que todos los empresarios aseguran que sólo se saldrá de la crisis con la exportación.
Pero más grave aún es hablar del ‘made in spain’ como si existiera. Recuerdo una entrevista con Antonio Almerich, presidente de la federación de iluminación decorativa, en la que dijo: “Italia es diseño, Francia, glamour, Alemania, tecnología y España, toros y flamenco”.
Más allá de la discriminación positiva que pretende Garmendia, España necesita tener una marca porque lo deseable no es obligar a comprar producto español sino convertirlo en lo más adecuado tanto para los españoles como para el resto del mundo.
En medio de la crisis actual nuestro referente empresarial no puede ser el Santander y el BBVA, que son las empresas con mayor peso en el Ibex 35. Hace falta algún distintivo más allá del turista borracho de la playa.
Los intentos como el de Asepri como @somos_todos por crear una marca España en los productos de la infancia no son más que casos aislados, loables pero nimios, para crear una identidad nacional.
El problema, como se quejan desde la patronal valenciana del mueble, son los deseos de vender otras marcas como muebles vascos o muebles catalanes e incluso algún caso aislado que quiere tener la etiqueta de mueble valenciano. La marca ‘made in spain’ no se acepta ni de puertas para dentro. Así es imposible una promoción rentable.
El caso de los vinos ya lo traté en otro post en este mismo blog. Lamentable.
El cambio de modelo económico, cuestión renombrada meses atrás pero que curiosamente ahora en preelecciones generales los políticos lo han olvidado, pasa por tener un referente claro.