Horacio Castellanos Moya
Tusquets
18 euros
267 páginas
Qué bien empieza este libro y cuánto promete. Si cumpliese al final las expectativas que genera al principio, sería una obra maestra, pero quizá va un poco a menos. Castellanos consigue que el lector alucine o, al menos, no entre en conflicto moral con El Luchador, a pesar de que la novela es un retrato en el que una familia orbita alrededor de una brutalidad policial absoluta, un cinismo aterrador un sistema represor que sirve tanto para señalar el sufrido en los países centroamericanos durante los años 80 y 90 como para pellizcar otros ejemplos, más actuales, más repartidos por otras partes del mundo. Esa capacidad simbólica de la novela es el argumento del autor para evitar situarla y fecharla, pues Castellanos considera que pudo ocurrir en muchos países y puede estar ocurriendo también en la actualidad.
Se echa de menos a El Luchador cuando el autor comienza a saltar y alternar historias, no siempre igual de interesantes. Ese tipo, ese Vikingo, da él solito para su propia novela. Castellanos, sin embargo, trenza mediante tres hilos la historia y, precisamente por el universo propio de cada uno de esos caminos, resulta un poco forzado un final coincidente. Esa concreción inicial se transforma en algo más alegórico conforme transcurre la historia. Para mi gusto, en esa transición, la novela pierde fuerza. En cualquier caso, se disfruta el estilo, muy vivo. Y algunos personajes se quedan prendados a la memoria.
VALORACIÓN: Relato duro, conmueve y llega a impresionar en algún momento. Habrá almas sensibles que se sentirán heridas, al igual que ocurre en la vida de todos los días. Un final un pelín forzado, pero la novela deja muy buen sabor de boca. La lectura es muy ágil, pero el autor no cae en simplismos, ni mucho menos.
BURGUERA