EL ARTE DE LA RESURRECCIÓN
Hernán Rivera Letelier
Alfaguara
18 euros
254 páginas
P. HUGUET
A la oficina La Piojo llega el Cristo de Elqui, un farsante, vividor y célebre (que no célibe) alumbrado. Un profeta que busca a Magalena, una puta beata. Meretriz adoratriz de la Virgen del Carmen, la prostituta es generosa y misericordiosa, porque fía y puede.
Todo ocurre en Atacama, el árido despoblado, un yermo desierto de espejismos, el lugar más adecuado para que el lector experimente con una narración alucinógena y disfrute de la irrealidad, el surrealismo y los esperpentos. Aquel paraje verdadero es conocido porque allí aún hoy las minas atrapan a las personas. Es el escenario ideal para el hechizo de las letras.
Con esos ingredientes ya sobra para que valga la pena leer esta novela de Rivera Letelier. Pero es que además, el contador de historias chileno consigue aliviar el síndrome de abstinencia de realismo mágico, de la mejor literatura americana. Eso mismo que no lograron otros, o alguna otra, que una vez flirtearon con éxito con el llamado idealismo mágico.
VALORACIÓN: Si usted es del tipo de lector al que desagradan las blasfemias, por sutiles y desenfadadas que sean, ni se moleste en abrir esta obra. Y si no lo es, quizá le guste saber que ‘El arte de la resurrección’ es una historia de la que puede gozar a toda velocidad, con absoluta pasión, a calzón quitado. Y después, pasado el tiempo, puede retomarla para ese otro disfrute más pausado, para redescubrirla a fuego lento.
BURGUERA
Cómo recuerdan algunos pasajes de este libro a escenas de películas antiguas, a lenguajes ricos pero fáciles de digerir, a los buenos y más auténticos literatos de unos años de oro de las letras hispanoamericanas. Y qué burros los que descubrimos a este hijo del desierto de Atacama a estas alturas de la película, cuando al otro lado del charco ya es una referencia. Pero nunca es tarde si la dicha es buena, y ciertamente en este caso resulta buena. Una historia surrealista, que juega con el patetismo, que retrata las miserias de las salitreras, que juega con el lenguaje y lo mima, que trata con cierta irreverencia los asuntos religiosos a través del seguimiento de las peripecias de un personaje que uno no sabe si es un gañán, un muerto de hambre, un iluso, un estafador o un estafado. Domingo Zárate Vega es el Cristo de Elqui, un iluminado, tal vez, una especie de Quijote predicador en mitad del desierto chileno, donde se encuentra a varios personajes deliciosos.
VALORACIÓN: Para los gustosos de la literatura latinoamericana con reminiscencias de los mejores ejemplos de realismo mágico. El autor tiene la intención de crear un producto literario de calidad, pero antes de la página 40 te engancha o te descartas. Si gusta, hay que seguir con otras novelas de Rivera Letelier, en especial ‘La contadora de películas’, un tesorito.