LA ESTIRPE DEL MAL
Pau Gómez
Carena Editors
253 páginas
20 euros
La trama: un plan científico para someter al mundo a un poder sobrenatural. Los buenos: una agente del FBI, mezcla de Clarice Starling y Harry El Sucio, y un historiador descreído que pretende esclarecer el asesinato de su hermano. Los malos: los nazis que escaparon tras la caída del III Reich y que se ocultaron en Argentina. Estos son los mimbres con los que Pau Gómez ha compuesto su primera novela, que apuesta sin complejos por cumplir con todos los códigos narrativos y estilísticos de los bes-sellers norteamericanos actuales, donde los malos son terribles, los buenos viajan mucho (Austria, Toscana, Roma, París, Nueva York, Moscú…) y la historia esconde un par de docenas de apuntes históricos, pseudocientíficos y, sobre todo, esotéricos. Sin embargo, el autor olvida la importancia de imponer algún tipo de misterio y, sobre todo, dotar la trama de verosimilitud. Generalmente, este tipo de novelas son difíciles de creer y, por tanto, es complicado generar vínculos con el lector. En el caso de ‘La estirpe del mal’, ese problema es tan grande que no hay manera de implicarse en la historia, que acaba como las películas de terror de los años 70.
VALORACIÓN:El actual sistema de educación permite que un amplio sector de la población pueda escribir con corrección, pero eso no nos faculta para ser escritores. Hace falta algo más que esta novela no ofrece. Lo mejor de toda esta corriente de novelas que exploran los supuestos poderes de objetos históricos que arrastran algún tipo de leyenda es que, durante unas cuantas páginas, uno aprende algo de tal o cual misterioso objeto. En el caso de esta historia, la lanza de Longinos. Las figuras históricas con la que se mezclan los personajes de ficción son de tal calado (Lenin o Hitler, ni más ni menos) que uno se acaba la novela sólo para ver cómo el autor sale del lío en el que se mete. Y la solución no es demasiado buena. Quizá los amigos del ocultismo sientan algún tipo de atracción por la novela, donde las sombras de Dan Brown y de Thomas Harris se alargan casi hasta el infinito.
BURGUERA