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David Burguera

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Entre la supervivencia y la autodestrucción

LA VERSIÓN DE BARNEY
Mordecai Richler
580 páginas
27 euros


La historia de un tipo, Barney Panofsky, que acaba sus días forrado de dinero pero con la sensación de que fracasó en un par de asuntos capitales: el amor y la amistad. El protagonista arrastra durante todo el libro el pesar por la muerte de su amigo Boogie y por no saber encauzar la relación con su tercera mujer, Miriam. Richler arranca la historia con continuos saltos de atrás hacia delante para retratar a un tipo que construye su personaje vital a golpe de pasión, mentiras, alcohol y un raro poder de autodestrucción que simultanea con un poderoso instinto de supervivencia. El protagonista es canadiense, vive en Quebec, y antes en París, tiene amigos intelectuales, judíos, golfos y, en algún caso, tarados. A base de diálogos divertidos y situaciones duras resueltas con ingenio por Barney, el lector toma cariño al personaje principal, un perdedor que no lo es. O sí. Gana dinero a mansalva pero el concepto que tiene tanto de sí mismo como el que tienen los demás sobre él es pésimo,  y no logra ser feliz por su incapacidad para evitar clavar la pata y meterse en problemas.
VALORACIÓN. A partir de que Richler deja de dar bandazos temporales, y eso no pasa hasta la páginas 200, más o menos, la novela coge fuerza. El humor (especialmente en cómo retrata y relata al personaje de la Segunda Señora Panofsky) está muy presente, en ocasiones quizá muy grueso, pero generalmente muy fino. La ambientación en Europa es superflua, cogida con alfileres. El autor construye el personaje a base de anécdotas, y cuesta acostumbrarse, pero se ríe brillantemente del independentismo de Quebec, de los intelectuales pedantuelos y de la impostura e hipocresía en general. Las últimas 150 páginas son buenísimas, divertidas, románticas, tiernas, duras y tristes a la vez.
La edición, a pesar del cuidado papel y de la encuadernación, no es buena. Hay muchos gazapos en el texto y en la tabulación y ordenación de los diálogos, que son un punto fuerte de la novela.
Uno termina por cogerle mucho cariño al tal Barney, que desde luego es un personaje potente, muy visual y cinematográfico. Al principio cuesta cogerle el hilo al autor, que emplea un estilo americano (ya sabes a qué me refiero, chico; oh, mierda; que me aspen si…;al diablo con eso…), pero el sabor de boca que deja es estupendo.

BURGUERA

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abril 2011
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