LA PRUEBA DEL ÁCIDO
Élmer Mendoza
Tusquets
248 páginas
17 euros
El detective Edgar ‘el Zurdo’ Mendieta inicia las pesquisas ante la muerte de una mujer, una bailarina, a la que meses antes conoció. La investigación conduce al inspector hacia el mundo del narcotráfico y de la política mejicana en la zona norte del país. La novela se desarrolla durante los meses previos a la puesta en marcha por parte del gobierno federal de la llamada Guerra contra el Narcotráfico. Los delincuentes se rearman, los muertos se suceden; mientras, el detective investiga el mundo de los clubes nocturnos en el que trabajaba la víctima, que se cruza peligrosamente con el entorno familiar del presidente de un importante país.
VALORACIÓN: Si la narrativa clásica ordena los hechos, a partir de un momento dado, ser literariamente moderno o vanguardista parece empujar a los escritores a desordenar los hechos. O por lo menos a complicar su visión. Explicaba Bolaño que tras ‘La invención de Morel’, la novela que Bioy Casares escribió en 1940, es imposible narrar desde un solo punto de vista, y esa multiplicidad de visiones en ocasiones se lleva al extremo para obligar al lector a imaginar la trama a través de un compendio de oraciones narrativas, diálogos, expresiones y elipsis. A ese extremo llega Elmer Mendoza, que maneja con maestría un registro narrativo que exige máxima concentración al lector para no perder el hilo. Es como ver una película en Versión Original. Los acostumbrados al doblaje, al principio sufren, pero luego se respira un ambiente distinto al que desprenden las películas dobladas, más masticadas para que el espectador las entienda. Otra cosa es que este ejercicio de complejidad esconda un ritmo narrativo adecuado, una historia interesante. No todas las películas son buenas por el hecho de poderlas ver en versión original, o por rodarlas en un solo plano secuencia o por colocar una cámara subjetiva. Con los libros pasa lo mismo. Una buena pirueta narrativa no fundamenta una valoración positiva del libro. En el caso de ‘La prueba del ácido’, hay cierta dispersión, falta algo que obligue a volver a la historia. Quizá vivimos en un mundo demasiado violento como para que una historia nos interese por el hecho de que haya un muerto en ella. El modelo narrativo, además, impide perfilar algunos personajes, si bien el principal queda perfectamente retratado. La jerga de la zona (carnal, guey, onda, pinche…) enriquece la narración, pero hay que estar al día en cuanto a este tipo de modos de hablar el castellano o uno pierde comba. La novela exige al lector pero la trama no es demasiado exigente consigo misma. El padre del presidente no se aprovecha. Hay momentos de humor negro muy buenos, así como comentarios políticamente incorrectos que son muy de agradecer.
Novela para los gustosos de experimentar con la narrativa, los amantes de la novela negra y de México.