BRÚJULAS QUE BUSCAN SONRISAS PERDIDAS
Albert Espinosa
Grijalbo
16,90 euros
Un hombre vuelve a la antigua casa familiar a cuidar de su padre, que sufre alzheimer. El protagonista acaba de perder a su mujer y tiene a su cargo dos hijas. El retorno le obliga a enfrentarse con la difícil relación que tuvo con su padre durante la infancia y a recordar su pasado.
VALORACIÓN: Por un lado el tema y por el otro el estilo.
1- El tema. Puede considerarse que el panorama que le ofrece Espinosa al lector es exagerado. Un hombre viudo y con dos gemelas a su cargo debe cuidar a un padre con el que tuvo una relación horrible antes y después de que su madre muriese por una de esas largas enfermedades. Sin embargo, la mayoría de las novelas desarrollan situaciones extremas. Ahí esta la gracia, en muchos casos. La peculiaridad de Espinosa es que mete del dedo en la llaga más dolorosa, y lo retuerce y aprieta. Dolor por pérdidas, desencuentros y traumas familiares. Si se hurga en la mayoría de familias, este tipo de situaciones se dan, quizá en menor intensidad y cantidad, pero se dan. El libro es la historia de una catarsis. Hace falta cierta presencia de ánimo o ganas de enfrentarse a este tipo de penas intestinas para abordarlo. Lo que más rechina en mi opinión es el mensaje de que la justicia poética existe, y que el destino compensa las cosas malas que nos atropellan durante la vida con otra serie de situaciones positivas. El libro respira cierto ‘buenismo’. Sin embargo, estoy más con Gelman cuando asegura que la vida es impía, que no hay compensaciones para según qué cosas, que no siempre la vida sigue, que no todo el mundo queda como lo que es. Esa línea pesimista no es la que sigue este libro, en cualquier caso.
2- El estilo. Espinosa escribe con frases cortas, con párrafos cortos y e intentado ofrecer un mensaje directo a la yugular del lector prácticamente en cada oración. Es un modelo narrativo muy emotivo, de fácil lectura y que puede resultar muy sencillo para enganchar a un tipo de lector, pero a mí no me convence. Saturan tantos recursos retóricos, esa querencia por los retruécanos, las frases redonditas y cortas, tan encajables en Twitter. El permanente juego de combinar pasado y presente para generar intriga con los secretos familiares funciona como truco, pero no deja de ser un truco de buen guionista.
El libro está escrito con una mentalidad y un mensaje positivista sobre el sentido de la vida y el modo de vivirla. Si Sartre, Cioran o Camus levantasen la cabeza se quedarían estupefactos por la intensidad buenista del mensaje del libro. Afortunada o desgraciadamente, ni todos los lectores ni todos los escritores son Cioran, Sartre o Camus.
BURGUERA