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David Burguera

Nos lo hemos leído

Ferrari deshoja el dolor

DONDE DEJÉ MI ALMA

Jérôme Ferrari

Editorial Demipage

189 páginas

18 euros

El capitán Degorcé persigue a los rebeldes argelinos durante finales de la década de los cincuenta, cuando el país norteafricano vive sus últimos años como colonia francesa. El militar galo se siente seducido por la figura de un prisionero importante mientras sus subordinados observan confundidos ese vínculo que se establece entre perseguidor y perseguido, carcelero y encarcelado.

VALORACIÓN: Tienen los franceses muchas cosas buenas y otras malas, pero lo que no se les puede negar es su respeto, en general, a las manifestaciones culturales. Convierten en chic hasta una vuelta en tiovivo. En los de ellos suenan melodías en plan ‘Amelie’, mientras que aquí falta tiempo para que retumbe Georgie Dann (que para colmo, es francés) con ‘La barbacoa’, ‘El chiringuito’ o cualquier otro ritmo chusquero y verbenero asociado a los feriantes. Con los premios literarios pasan cosas parecidas. Un Goncourt es más fiable que el certificado ISO 9001. Aquí, un galardón literario puede recaer en un escritor, en un presentador de concursos o en un tertuliano radiofónico. Ferrari ganó el Goncourt del año pasado.  ‘Donde dejé mi alma’ me lo recomendó un amigo, quien a su vez se lo aconsejó un librero. Igual recorrido viví con ‘El club de los optimistas incorregibles’ (https://blogs.lasprovincias.es/noslohemosleido/2011/09/27/la-maravilla-de-leer/), de Guenassia, también premiado por el Goncourt.  No llega a tanto este libro, tiene menos empaque, pero ofrece el mismo sabor de novela. Quien dijo aquello de que la novela había muerto puede cortarse las venas con el filo de este libro en el que el remordimiento, la doble moral, el miedo, la decepción y el asco reverberan por debajo de cada frase. Parece que el autor va deshojando, pétalo a pétalo, una dolorosa y bella flor. Una novela histórica, pues se basa en la batalla (sucia) que dan los franceses para evitar salir de sus últimas colonias, Indochina y, sobre todo, Argelia; sin embargo, no hay lecciones de geopolítica ni de historia moderna. Ferrari nos ahorra leer la documentación que sí ha leído él, lo cual es un detalle porque últimamente las novelas son exhibiciones del autor sobre su labor de documentación. No obstante, Ferrari recoge tan bien las sensaciones sufridas entonces por los militares franceses que a uno le empuja a consultar textos históricos y enterarse de qué pasó allí. Muy vivo, muy vivido. La tortura, denunciada, expuesta a las claras para que se le caigan del caballo a quien tenga mitificados a los franceses. Interesantes reflexiones de cómo el protagonista, joven integrante  de una tímida Resistencia francesa, torturado en su momento, se convierte en torturador de tomo y lomo de argelinos y de sus propios camaradas. Al Ejército galo, a la jerarquía cuartelera, también les pega un repaso de aúpa. Una novela exquisitamente escrita con una evidente intención de denunciar aquellos métodos de terrorismo de Estado (más bien, de metrópoli). Quizá se muestra reiterativo en las reflexiones internas del protagonista. Quizá sea necesario repetir ese ciclo (tortura-rezo-tortura) para resaltar la facilidad del ser humano para, tras un debate interno, colocarse la máscara de torturador. Excelente la explicación del escaso ánimo para escribir a la familia o para explicar el acertado título de una novela corta pero con mucho recorrido.

BURGUERA

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Sobre el autor


mayo 2013
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