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David Burguera

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Unos chupitos bien cargados en el gaznate

ILDEFONSO RODRÍGUEZ

Periodista y doctor en Filosofía

POLVO EN LOS LABIOS

Montero Glez.

Lengua de trapo

A este escritor madrileño y provocador se le disfruta de verdad en pequeños sorbos. Cortos y fuertes. Es un sprinter más que un corredor de fondo. Se le da mejor, expresa mejor sus extravagantes ocurrencias literarias en pequeños relatos que en novelas largas. Por ello este “Polvo en los labios”, una recopilación de sus mejores cuentos, esos que te llevan de cero a cien en tres potentes y tergiversadoras páginas es una delicia, como unos chupitos bien cargados una noche de sábado. Unas noches de sábado por las que pululan sin recato muchos de sus marginales personajes como prostitutas, traficantes de droga, mafiosos, contrabandistas, chalados o taxistas, envueltos en imaginativas, inteligentes y oscuras historias. Glez nos da unos paseos por el mundo del lumpen y del vicio. Parte de situaciones duras y valleinclanescas como un Chet Baker completamente cocido en un taxi por la noche madrileña, un hijo que acude a un prostíbulo a buscar a su madre, un recepcionista de hotel con una única neurona que se alía con una glamurosa prostituta para asesinar a un millonario o un presidiario traicionado por un perro. Incluso se atreve a fantasear sobre la vida privada y sexual de la divina Garbo. No le tiembla el pulso a la hora de descender a la realeza y a la nobleza del siglo XIX a los charcos embarrados de este submundo del comercio sexual. El relato “Cuarto Oscuro” que cierra esta antología es un magnífico paradigma de la obra de Glez. Una historia tan sorprendente como aterradora. Cerramos el libro con un gran sabor en los labios, con un trago muy fuerte que nos quema el gaznate y nos aguanta el sabor durante mucho tiempo.

Montero Glez es un escritor castizo, tanto por sus historias sacadas de lo más profundo de nuestro “modo de ser” como por el lenguaje empleado. Su vocabulario directo está plagado de jerga marginal y popular. No se guarda nada, no hay pitidos de censura, ni remilgos que valgan. Glez pone voz a lo que se habla y como se habla en los rincones. Pone de manifiesto lo peor de la condición humana, todo aquello que metemos debajo de las alfombras, aquello que constituye el modus vivendi y operandi de parte de la población de este país llamado España pero que no sale en las agencias oficiales. Disfrazado de exageración, el ganador del premio Alfaguara de 2008, utiliza un recurso muy nuestro el de la guasa y el humor para describir aquello que anda escacharrado en la sociedad y en el ser humano. Y es que como sentencia Glez en uno de sus cuentos, “hoy en día echar un polvo está sobre valorado” y no le falta ni un ápice de razón.

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