LA RUBIA DE OJOS NEGROS
Benjamin Black
Alfaguara
19 euros
Decía Ernesto Sábato que hay que tener cuidado con los nombres que se elige para los personajes de una novela, pues se corre el riesgo de distraer. No digo ya nada si se trata, además, de un personaje conocido, rescatado de otros tiempos y otras novelas. En este caso, ni más ni menos que Philip Marlowe, el detective de Raymond Chandler que, por deseo de los herederos del autor, pasó a manos de Black, o sea, de John Banville, que emplea el pseudónimo de Benjamin Black para escribir de lo negro y criminal. Este recurso, el pastiche, me desagrada porque me dificulta meterme en la faena más hermosa de la lectura: creerte una historia y dejarte llevar por ella. Marlowe, Sherlock Holmes son figuras demasiado poderosas, que dominan la historia y que, al menos a mí, impiden caer en manos de una trama generalmente subordinada a ellos. Esa jerarquía del personaje mítico ya supone un problema en los autores originales, los padres de las criaturas, un inconveniente que se potencia cuando llegan al lector a través de pastiches. Es el caso de ‘La rubia de ojos negros’. Marlowe está sin blanca y aparece una rubia que le roba el corazón y le implica en una investigación sobre la desaparición de un tipo. Marlowe manda y sus modos no siempre envejecen bien. De hecho, me interesa más algunas imágenes que ofrece Black, descripciones puntuales, muy divertidas, si bien no terminan de enganchar. Nada del otro mundo. Olvidable. El texto se lee sin pasión y con escasa atención, pues todo lo acapara el pobre Marlowe.
BURGUERA