Las Fallas de Valencia son un conglomerado de acciones, gente, servicios y otros tantos intereses que en su mayoría pasan inadvertidos a la opinión pública. La fiesta fallera se ha convertido en un mundo de apariencia de cara a controlar el poder de una comisión o ejercer un poder de influencia para obtener el mayor rédito posible. Así, no es de extrañar que las Fallas puedan tener un aspecto negativo para cierta parte de la población valenciana que podría ver a la fiesta fallera como un espectro alejado de su entorno y con aires de superioridad ante las ordenanzas municipales. Pero no es así. Las Fallas dan cabida a un grupo reducido de gente que vive por la fiesta en cada una de las comisiones. Esa gente es que la sustenta la fiesta fallera ante los usurpadores del centro de atención.
En Valencia nos gusta aparentar. Es por ello que nos encontramos a falleros que su único objetivo es tener el monumento lo más grande posible. Para aparentar y poder fardar de falla grande. O bien nos podemos encontrar a ese fallero que busca dar la nota apostando por monumentos bien diferentes. Para destacar. Pero entre un extremo y el otro, que al final acaban coincidiendo, se encuentra el fallero de base. Ese fallero sólo quiere plantar falla; le da igual si es grande o pequeño el monumento, no centra su punto de vista en si en la falla sigue los cánones de belleza actuales o se adentra en el mundo de los monumentos experimentales. Pero claro, este tipo de fallero no vende.
Destacando a este fallero que intento describir, esta persona (si eres fallero ya le habrás puesto cara) no suele chillar, ni arma jaleo en las juntas, tampoco reniega de lo que hace o deja de hacer la comisión y sus miembros. Este fallero, podríamos decir, se amolda a todo para vivir la fiesta fallera. Se encuentra por encima de disputas personas.
A nuestro fallero de sentimiento le resigna que su comisión sea la única que no tiene premio en el monumento grande, como ocurre en la sección especial grande (de todas las fallas participantes, una se queda sin premio). Esta es otra de las injusticias falleras. Cierto es que existe unas normas en Junta Central Fallera que establecen los premios por sección, pero ¿qué le pasa al mundo fallero para que año tras años se queden comisiones sin recibir premio en su sección? ¿A caso no es una fiesta poder acudir a la plaza del Ayuntamiento para recibir el estandarte obtenido?
En las máximas categorías cierto es que un puesto más arriba o más abajo puede marcar contratos millonarias en el artista, publicidad o el hecho de aumentar o disminuir el censo de la comisión. Pero en categorías inferiores encontramos cuestiones que alejan a la comisiones de la sana rivalidad.
El tema de los premios lo siguen consintiendo las comisiones falleras. Durante el año callan y el 15 y 16 de marzo, se quejan. Quizás necesita el mundo fallero un ‘pararse y pensar’ para ver cómo se pueden cambiar ese tipo de cuestiones para que no sean conflicto justo en la llegada de la fiesta fallera. No sé, se me ocurren cuestiones como los mercadillos ambulantes, la ubicación de carpas, la colocación de banderas en la demarcación, las verbenas a celebrar, los actos que sí se pueden celebrar en la calle…. Todas esto provoca dolores de cabeza, riñas y disgustos justo cuando llega el momento de llevarse a cabo, pero durante el año parece que se escurre el bulto o nadie quiere caer en pensarlo.
El fallero anónimo no merece disgustos que le impidan disfrutar de la fiesta. Ese es el verdadero ‘Patrimonio’ que ha sido reconocido por la UNESCO y no el de aquellos que quieren lucir y hacer brillar una insignia irreal de ‘Som Patrimoni’. El mundo de las Fallas está repleto de injusticias, cambiarlas debería ser prioritario. ‘Pasarse y pensar’ para que tengamos una fiesta en paz.