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Jaume Lita

Postureo fallero

La democracia en las Fallas

Vivimos semanas de elecciones presidenciales en cada una de las comisiones falleras que forman parte de un festejo declarado Patrimonio de la Humanidad. En torno a ello se establece la simple democracia: preside el que mayor número de apoyos recibe. Discutir la falta de democracia en las comisiones falleras nos haría entrar en un bucle falto de sentido, hay que mirar más hacia arriba: el espectro político sobre el mundo fallero. Que un concejal ‘gobierne’ las Fallas de Valencia cumple con el propósito de la democracia que se celebra en las elecciones, pero entonces el problema viene en que las Fallas no son gobernadas por la persona que ellos quieren, sino por el que el pueblo quiere.

Cerca de 95.000 personas conforman el censo de Junta Central Fallera. Un dato pírrico si se compara con las más de 800.000 personas que están empadronadas en la ciudad de Valencia. Contando que muchos falleros en Valencia residen en otros municipios cercanos al cap i casal, encontraríamos una cifra, más o menos a priori, que ronda los 90.000 falleros los residentes en la ciudad de Valencia. Es decir, que cerca de 800.000 personas, con sus votos cada cuatro años al Ayuntamiento de Valencia, están decidiendo el partido que torea las Fallas durante toda la legislatura. ¿No faltaría un presidente de presidentes del mundo fallero?

Ese regidor elegido por el alcalde debe lidiar con el mundo fallero, arisco como el que más y capaz de sentirse víctima de cualquier decisión y también dueño de una ciudad. Pero sigue faltando que las comisiones falleras decidan quién les gobierna, quién les ampara debajo de un mismo paraguas. Junta Central Fallera, seguramente, perdería todo su sentido fuera del cerco consistorial, pero no se encuentra un órgano potente a nivel municipal que guíe al mundo fallero fuera del ámbito político. Las Fallas (a nivel de gestión) se deben mantener fuera de la política. Ahí reside el carácter democrático de las Fallas de Valencia.

El problema de un dilema de tal magnitud viene al analizar cada aspecto positivo y negativo que dejaría la ‘independencia’ fallera del control político. Quizás esas cosas son las que se deben abordar con un Congreso Fallero que, si nada lo remedia, podría llegar con expectación para acabar siendo un teatrillo para servir de justiciero al más puro estilo fallero de cosas banales que dan pan para hoy pero que dejan una gran sensación de hambre.

No quiere decir que no exista hoy en día democracia en las Fallas. Entiendo que no existe toda la democracia que debería existir en el mundo fallero.

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