Hoy en día si no estás en Twitter parece que eres invisible. Particulares, profesionales, empresas y medios de comunicación se han lanzado a la conocida red de microbloging como alma que lleva el diablo. En internet, por norma general, de cada perfil interesante tropiezas con cien que se esfuerzan en exhibir precisamente lo contrario. Esta circunstancia le resta valor, pero no anula por completo su utilidad. También diferentes organizaciones se apuntaron a esta carrera loca de cuantos más followers mejor, como llaman los pijos a sus seguidores. Las asociaciones de fiscales se subieron a lomos del pajarito con diferentes estilos y, a la vista de los resultados, con distinta suerte. A título particular, en Valencia, la presencia de responsables del Ministerio Público es testimonial. Los perfiles se pueden contar con los dedos de las manos. La mayoría de los fiscales on line las utilizan como medio de consulta. Apenas tienen actividad. Y los que sí escriben con cierta asiduidad no tratan precisamente de cuestiones jurídicas. Uno de los más activos, por ejemplo, opina de fútbol. Y todo lo anterior resulta más que lógico. Incluso recomendable. Hay alguno que incluso tiene limitado el acceso a quienes quieren leer sus mensajes. No hay que olvidar que si en algo coinciden todos los que algo saben algo de Twitter es en el peligro que encierran los atractivos 140 caracteres. Un calentón -verbal, se entiende- te puede meter en un buen lío.
Cabecera de las cuentas de las asociaciones
Caso aparte son las asociaciones que agrupan a los profesionales. La Unión Progresista de Fiscales (@UPFiscales) cuenta con una buena legión de seguidores en la red. Gana por goleada a los conservadores de la Asociación de Fiscales (@AFiscales). Los progresistas presumen de más de 5.000 seguidores, mientras que sus compañeros apenas superan el medio millar. La derrota es abrumadora, como tradicionalmente ocurre en estos asuntos. La izquierda siempre manejó mejor lo de la comunicación. Sin embargo, este ascenso tuitero no ha salido gratis. Algunas voces han manifestado su malestar por las formas, el estilo -definido por algunos como radical- utilizado en los mensajes de la organización. Se comentó que no dejaban en muy buen lugar al propio Ministerio Público en algunos supuestos. Era habitual que trufaran sus mensajes de cierta sobredosis de carga ideológica. Perjudiciales para la institución, opinaban los críticos. Y, al final, estas quejas -al parecer se desconoce su origen- llegaron a la directiva de la asociación. Hasta esa fecha, la cuenta de Twitter la manejaban varios miembros de la organización, un grupo de fiscales que no superaba la decena. En esa comitiva de mensajeros on line figuraban tres fiscales destinados en Valencia. La UPF acordó suavizar la ‘intensidad’ de sus tuits tras la llegada de esas misteriosas quejas. No ha sido esa la única consecuencia del cambio de rumbo. Por el camino, en la nueva estrategia comunicativa -más sosegada- se quedaron fuera los fiscales de Valencia. Un buen día, allá por el mes de septiembre, comprobaron cómo se les había denegado el acceso. Desde la asociación habían cambiado las claves sin avisar. Evidentemente no les comunicaron las nuevas. A veces, en aquellos lugares en los que por definición se intuye que más se deberían cuidar las formas, se actúa de manera despótica. Al estilo de patada y portazo. En @AFiscales deben de disfrutar viendo los toros desde la barrera. Ellos no se meten en problemas. La realidad es que son conscientes de que su cuenta resulta poco atractiva. Una especie de BOE tuitero.