Rafael Betoret, exjefe de Gabinete de Turismo, no tiene mucha suerte en esto de la Justicia. En aquellos días de 2011 se vio atrapado entre la indecisión de declararse culpable de haber recibido regalos de la trama Gürtel o llegar a juicio, defenderse y tener algo de suerte. Los jurados, salvo excepciones, suelen ser una lotería. Finalmente, claudicó y reconoció los hechos: que había recibido trajes pagados por la muchachada de la Gürtel. Lo mismo hizo Víctor Campos, exvicepresidente de la Generalitat, en los días frenéticos entre los cuatro implicados cuando el cruce de llamadas y los nervios fueron constantes. Campos explicaría posteriormente en el juicio, al que acudió como testigo, que aceptó la pena para terminar con una situación que comenzaba a pasarle factura a la salud. No fueron pocos los que durante las vistas de los trajes tuvieron que recurrir a vitaminas para soportar el tostonazo. Por cierto, que el jurado que absolvió al expresidente Francisco Camps y al diputado Ricardo Costa cobró las dietas casi dos años después del proceso. Más vale tarde que nunca. (Dos años para cobrar un juicio).
Betoret, posteriormente, se llevó la monumental sorpresa de que tanto Camps como Costa irían a juicio. “Joder, estos me han dejado tirado”, debió pensar. Y quizá el asombro fue todavía mayor al comprobar meses más tarde el veredicto del jurado popular. Fue entonces, cuando suspiró aquello de: “A pagarlo, pocarropa”.
En realidad, no es que tuviera poca ropa. Tenía bastante. Un fondo de armario interesante para algunos, quizá arriesgado para otros. No hay que olvidar que había sido jefe de protocolo de la Diputación. Presumía de elegancia, en su caso, peculiar. Betoret llevó al Tribunal Superior de Justicia once trajes, tres americanas, dos abrigos y un pantalón -se supone que todo limpio- para reducir algo la multa económica. Campos, en cambio, argumentó que no tenía las prendas que le atribuían las acusaciones. De tal forma que fue el exjefe de Turismo, el que quedó como el único de los cuatro acusados que realmente admitió los hechos y demostró tener la ropa. Más claro, agua. La pela es la pela. Esta ropa continúa hoy, más de dos años después del juicio, en las dependencias judiciales. Con el estado actual que presenta el TSJ a nadie le extrañaría que acumularan más polvo que otra cosa. O que hubieran sido pasto de las polillas.
Juan Climent trasladará ahora a las partes qué hace con los modelitos. Una posibilidad es destruirlas. Otra, sin duda más solidaria, sería entregarla a la beneficencia. A Cáritas o alguna oenegé que pueda hacer buen uso de ellas. El presidente del jurado de los trajes no podía iniciar este trámite hasta que el proceso no quedara liquidado en el Tribunal Supremo. El órgano judicial confirmó la absolución de los dos populares y de paso condenó al PSPV al pago de las costas a mediados de este año. (PSPV, condenado). Ahora preguntará qué hace con las prendas de ‘pocarropa’. Y recuerdo aquí lo que escribió @Ramon_Palomar: “Esos once trajes once no podrán ornar las vitrinas de un museo porque nacen de una aventura cutrona. Tanto traje y ningún chándal, qué finos éramos”. El problema es que quizá seguimos con la misma tontería a cuestas.