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Qué no hacer delante de un juez

No hará más de dos meses, más de un centenar de agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado recibieron un curso sobre cómo declarar en un juicio. El asunto parece sencillo. Pero luego llegan las complicaciones. La clave suele residir, como casi todo, en el sentido común. Por absurdo que parezca, una de las cuestiones más importantes es escuchar atentamente qué se pregunta. Son numerosos los casos en los que el empecinamiento es tal que la respuesta nada tiene que ver con la cuestión. En otros supuestos, la contestación sí responde al objeto de la pregunta, pero, a continuación, sueltan un ‘rollo’ irrelevante.  Otro consejo: el léxico. No conviene ir de erudito, pero tampoco expresarse de manera demasiado coloquial y mucho menos vulgar.  En algunos casos, el afán por ser exhaustivo, deja auténticas perlas. Como, por ejemplo, la de aquel policía que entró muy serio en la sala y comenzó su declaración con:  “El presunto individuo…”. El magistrado, irónico como pocos, le cortó. “¿Se trataba de un individuo o era un dibujo?”. El policía quedó descolocado.  Más recomendaciones: Ir lo que se dice ‘arreglao’. No es necesario el traje, pero sí se puede dejar en casa las zapatillas o las mochilas. ¿Las riñoneras desaparecieron ya, no?  Lo del chicle, mejor a la salida.

Bueno, este primer párrafo era para disminuir la crítica de lo que viene a continuación. Se trata del comportamiento de algunos testigos en el caso Blasco. El último, por ejemplo, fue el de un trabajador de la Conselleria. Ahorrramos todos los nombres. Empezó a interrogar el Ministerio Fiscal y al ver que estaban a su izquierda, se reclinó en la butaca, apoyó el brazo en el respaldo y se dispuso a contestar. Allí, tranquilo. Vamos, como si aquello fuera una reunión de colegas para hablar del último ligue.  Ahí sólo le faltaba el gin tonic premium -ahora si te tomas un Beefeater eres un mierda- y un cigarrito para darle a aquello un aroma peliculero. Terció rápido la presidenta del Tribunal, Pilar de la Oliva, para decirle que eso no eran formas, que se sentara correctamente.

Otro de los errores repetidos en el juicio Blasco es el tuteo. Cuesta ya encontrar a gente que se dirija de usted, pero qué menos que recurrir al tratamiento formal si se trata de un juicio, donde los acusados que tienes sentados detrás se enfrentan a penas de prisión muy elevadas. Algunos testigos, al parecer, ignoraban esta fórmula de cortesía. Debe ser que tampoco la utilizan en el día a día. Porque vamos, se me ocurren pocos escenarios donde sea más conveniente. Ahí se tuteaba al fiscal, a la abogada de la Generalitat y a todos los letrados de los acusados. También entró en este punto la presidenta De la Oliva. Al final,  parece que lo dio por imposible. Fueron varios los que repetieron este error. Un letrado, harto ya de esto, le llegó a decir a una testigo: “Por favor, no me tutee que parece que usted y yo nos conozcamos de algo y no nos hemos visto en la vida”.

Y quizá el último error fueran las risas. En este punto cabe destacar la actuación de la becaria de Nicaragua. Puede que fueran los nervios. La juventud. O el hecho de enfrentarse a los letrados de los acusados, alguno de ellos especializado en poner nervioso al más tranquilo de los mortales. Pero tampoco resulta muy serio que ante cada pregunta se te escape una sonrisita.

 

@a_rallo en Twitter

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