Año tras año, la cita es ineludible. ¡Oh, la apertura del Año Judicial! Puede que haya estado ya cinco o seis veces en este acto tan solemne y en los últimos años, cada vez que aquello termina, pienso lo mismo: “Esto no le interesa a nadie. Ni siquiera a los que trabajan en la Justicia”. En esta edición se optó por el salón de actos de la Ciudad de la Justicia en vez del edificio del Tribunal Superior de Justicia. Por cuestiones de espacio, un acierto. El calor de las dependencias del Parterre y la falta de espacio ponía de morros, todos los años, a más de uno. “Yo quiero estar ahí”, “Pero si no tengo sitio!”, “Mira dónde han puesto a este”. El mundillo de la Justicia es especialmente sensible en estas cuestiones. La misma descripción sirve para los políticos.
Una vez todos sentaditos, echas un ojo a la sala. Si quitas al hijo del expresidente del TSJ, Juan Luis de la Rúa, cuesta encontrar a alguien de menos de 40 años en el auditorio. ¿Y gente sin cargo? ¿o excargo? Juas! Da pena, la verdad. Y más todavía cuando los posibles asistentes se encuentran uno, dos o tres pisos más arriba del salón. Allí no bajan ni por equivocación. La excusa de los años anteriores (el problema de ir al TSJ) este año no servía. Faltó mucha gente en la Apertura del Año Judicial. Luego, claro, te das una vuelta por la Fiscalía y ves mesas llenas de papel -algunas más que otras- y, en algunos casos, se comprende. Algo similar ocurre con los jueces. Luego está otro problema. Tal y como está el patio de las corruptelas, puede llegar un día en que uno de los políticos que asiste sea investigado por un fiscal y juez de los allí presentes. Mal rollo eso de que te hagan una foto en un saludo de cortesía. Las hemerotecas las carga el diablo.
Destacó y para mal, el discurso del Fiscal Superior del TSJ, Antonio Montabes. El de la presidenta del TSJ, Pilar de la Oliva, estuvo varios escalones por encima. En un tono algo menos paternalista que en ocasiones precedentes abordó los asuntos clave. Si el TSJ debe enjuiciar a los políticos, la falta de medios, la dedicación y el esfuerzo de sus compañeros. Bueno, por lo menos la alocución equivale tres o cuatro palmaditas en la espalda. Menos da una piedra. Lo de Montabes, en cambio, fue una sucesión de estadísticas. Números y más números. Y procedimientos abiertos y clasificados por tipos y que si Extranjería, que si contra la propiedad, que si… Un mareo de cifras de la memoria. ¿Tanto costaba lanzar un mensaje a sus compañeros? Vale que eran pocos, pero a lo mejor hubiera corrido el boca a boca. El mensaje de ánimo, claro. Hace poco me lo dejaban caer por los pasillos de la ‘city’. “Noto mucha desmotivación en la gente”.
Esa misma tarde, a eso de las dos y media, coincidí con un fiscal. Oye, que no te he visto por la Apertura del Año Judicial… “Ah! ¿Era hoy?”. Pues eso, la tropa pasa. Hasta arriba de trabajo.