Rafael Blasco acaba de conocer su destino. Ocho años de prisión. La noche habrá sido dura para todos. La incertidumbre en la Fiscalía y los abogados de los acusados ha ido creciendo desde que terminara el juicio. Todos pensando en su suerte y la de sus clientes. Lo primero, sin duda, qué decidiría el tribunal y lo segundo, cuándo. Quizá más de uno no haya pegado ojo durante la pasada noche. Como el escolar que espera las notas de su curso, para ver cómo lo ha hecho. Salvando las distancias, claro. Porque aquí, en la escuela del TSJ, los suspensos te pueden llevar a la cárcel.
El siete veces conseller con todos los Gobiernos autonómicos menos con Alberto Fabra añade a sus 69 años de edad una nueva nota -la menos decorosa- a su curriculum vitae. A estas alturas, si alguien debe actualizar su hoja de servicios, es porque recibe un premio o se jubila. Si no se da ninguna de las circunstancias anteriores, no será para añadir méritos. Todo lo contrario. Así que aquí cumple la máxima: condenado por desviar fondos de la Generalitat, destinados al Tercer Mundo, para el beneficio de su amigo Augusto César Tauroni, el cabecilla de la trama fuera de la Conselleria de Solidaridad y Ciudadanía.
Blasco recurrirá. Eso lo sabe cualquiera. Uno se puede jugar un brazo sin el menor riesgo a perderlo. Al otrora conocido como ‘Pitbull’ por sus ansias por salir en la televisión autonómica, prensa y radio ya se le van acabando las jugadas. Con la sentencia de hoy quizá termina el discurso de los trámites, una variante avanzada del ‘imputado contento’. Estas son dos herramientas que manejan los políticos con irritante indecencia. La primera de las modalidades consiste en que todo es mero trámite. Que investigan a tu conselleria por ayudas. Un trámite. Que terminas imputado. Otro trámite más. Que tras la instrucción te procesan. Pues oiga usted, de lo más normal. Que nadie se ponga nervioso. Lo dicho; un trámite más de la Administración de Justicia. Que te abren juicio… Pues eso, lo que tocaba. Nada por lo que preocuparse. Tranquilidad. El paso que ya todos conocían. ¿Que te rechazan todos los recursos? Pues más que previsible. Lo esperado. No se alteren. Y ahora, tras la condena, ¿qué pasará? Pues eso, otro trámite más porque el tribunal no ha entendido la defensa y, además, todo está viciado desde el origen. Al final, caeremos en el ridículo y entrar en una prisión a cumplir la pena será eso. Otro trámite. Eso sí, este hace mal. Los anteriores lo único que te generan son titulares de prensa adversos. Y eso, para estos hombres curtidos en el fango, son picaduras de mosquito. En resumen, trámites asociados a los otros trámites. Y todo lo anterior sólo hasta la llegada de Alberto Fabra y su dichosa -y curvosa- línea roja para los imputados. Estos ahora son desalojados de los cargos públicos. Bueno, todos no. Algunos diputados ahí están. La doctrina Fabra ha terminado empujándolo al abismo. Tiene gracia que una propuesta propia se te vuelva en contra. Como el que se toma un antibiótico y enferma.
Blasco supo desde el primer momento que terminaría imputado. Aquí lo contamos hace algún tiempo. El título del post: ‘El conejo, atrapado’. Lo que ahora reproducimos se escribió tras el levantamiento del secreto, en una época en la que Blasco vendía optimismo como el que tiene un puesto en el mercado y vende fruta. “No hace falta jugar a ser juez instructor ni tener una cabeza prodigiosa para que, de una lectura del sumario, se concluya que ahí hay gato encerrado. O conejo, aplicado a la jerga Tauroni. Pero hay un hecho todavía más llamativo. Imaginemos que la juez considerara que no hay indicios de delito de Blasco, ¿lo normal no sería que lo hubiera citado como testigo, al igual que lo fueron otros trabajadores de la Conselleria, para que diera su versión de los hechos? Porque lo que resultaría inaudito, y más con las conversaciones que constan en el sumario, es que el máximo responsable del departamento no diera su testimonio acerca del presunto desvío de fondos. Si no le han citado como testigo en esta causa, ya se puede intuir lo que terminará siendo”.
Y no tardó mucho en gozar de su nueva condición. Entonces llegó eso que comentábamos antes. Lo del diputado contento. Perdón, imputado. Los diputados imagino que siempre están contentos con el chollo de Les Corts. Se trata de una pirueta mortal para alimentar el hartazgo ciudadano. Luego nos extrañamos que Pablo Iglesias, el de Podemos y el de la coleta, saque más de un millón de votos. No, no estamos asustados ni avergonzados por vernos en un asunto de esta índole. Estamos felices de poder defendernos. ¡¡¡Viva la imputación!!! Este es el lema al que se suma la tropa. Sin complejos. A lo bruto.
La Fiscalía se la jugaba con el Conejo. Sus últimas visitas al TSJ habían terminado en derrota. Salieron indemnes Ricardo Costa y Francisco Camps por la causa de los trajes. También quedó absuelto Jorge Bellver en el asunto de los Jardines de Monforte y la construcción de un aparcamiento. Y ahora llegaba Blasco, otra pieza gorda del núcleo pepero. ¿Cómo podrían justificar una tercera absolución en un asunto en el que ejercieron la acusación? Queda fuera lo del alcalde de Torrevieja, este sí que fue condenado a tres años de prisión. Blasco ya dejó claro que su defensa era nula cuando en una entrevista en una televisión madrileña -le costó su puesto en el grupo popular- utilizó este argumento para decir que hay no había nada. Como en el caso Cooperación se juntaban ambos responsables del Ministerio Público, él, en un análisis de gintonic después de la paella, concluía que su asunto terminaría como el de sus compañeros. Tauroni, en una entrevista con LAS PROVINCIAS, también apostó por esa vía con diferente titular: “Todo es una caza de brujas contra Blasco”.
Y, ¿qué paso con el desvío de fondos?. La realidad, y así quedo claro tras el juicio, es que ahí se repartían diez millones de euros con escaso control. Y en esto tenía razón Blasco y el resto de las defensas. Por suerte, ahora se habrán incrementado los controles. Porque si uno revisa todo el juicio -no recomendable ni para solteros en domingos de lluvia- aquello era una fiesta. Faltaba una vigilancia y una supervisión mayor para repartir esos buenos millones. Quizá por eso vio Blasco el coladero que podía ser para su amigo de Alzira, Augusto César Tauroni, seguidor de los pasos del conseller allí donde tocaba poder. Te meto por aquí, te doy una subvención y te facturas el 25%. Luego ya veremos cómo me llega a mí este dinerito. Porque eso si que no ha quedado probado. No hay pruebas de que Blasco cobrara de la trama. Pero eso, tal y como aclararon los fiscales, no significa que no sea delito. El hecho de crear las condiciones y permitir que eso se produzca te conduce al ilícito. Blasco tenía pocos argumentos de defensa. Los técnicos de la Conselleria le dejaron de rodillas cuando admitieron las presiones a las que se vieron sometidos para dar ayudas sin cumplir los requisitos. Por el conseller y otros responsables que también se sentaron en el banquillo. Ojito al papel de su mano derecha, Tina Sanjuán, en toda esta historia. Un millón de euros se destinaron a la compra de pisos en Ausias March por parte del presidente de la Fundación Cyes, Marcial López. Y gracias a este jugada poco hábil se descubrió toda esta historia tan sucia en la que un conseller quedó atrapado como un conejo.