Las agendas del gerente de Emarsa, Esteban Cuesta, tienen mucho morbo. Es como leer el diario de tu hermana. Eso si tienes hermana, claro. O si ella tiene diario. Yo tengo hermana, pero no tenía el dichoso librito. Mala suerte. Por eso, echar un ojo a las citas de Cuesta durante dos de los años que estuvo en la gerencia del desmadre en el que se convirtió la gestión de la depuradora de Pinedo tiene su aquel. Su puntito. Sacia la curiosidad de cualquier periodista. Cierto que aparecen reuniones con concejales, regalos a algunos otros –en concreto, un jamoncito- y comidas en los mejores restaurantes de Valencia. Pero claro, es que en aquel tiempo (2004 y 2005) cualquier don nadie se dejaba 70 euros por barba sin problema. A mí me llamó la atención el apunte de “EPSAR BUFANDA”. Así, entre comillas y en mayúscula figuraba. La Epsar es la empresa de la Generalitat que controlaba todas las plantas de la Comunitat. Dos de sus principales cargos están imputados.
Una de las acepciones de bufanda, aparte de la prenda de abrigo, es la de gratificación que una empresa da a sus trabajadores. En el ámbito político, las bufandas no son otra cosa que las comisiones. Ahora tengo más curiosidad por la próxima declaración de Cuesta. En febrero vuelve al juzgado para continuar con su particular calvario. Mientras, sigue trabajando en el Clínico. El otro día, un conocido me dijo que atendió a un familiar suyo. “Oye, que tío más agradable”. Sí, sí un tipo simpatiquísimo, le contesté.
Bueno, el caso es qué le va a decir al juez y a la fiscal cuándo le pregunten qué demonios quería decir con aquella anotación en la agenda. Posibilidades hay muchas. Y tiene tiempo para pensarlas. Una de las más probables es que se le olvidara su bufanda en la última visita a aquellas dependencias. Es algo de lo más nornal que tu secretaria apunte en la agenda que has perdido la bufanda. Para que no se te olvide recogerla, claro. La cita era para marzo. Un mes que por Valencia no se puede pasar sin esa prenda de abrigo. No vaya a ser que se resfríe el bueno de Cuesta. También puede decir que se le olvidó a alguien y él sólo iba a recogerla. Cuesta ya fue capaz de decir en sede judicial que unas jovencitas de moral distraída eran traductoras rumanas. Imprescindible para los negocios que pretendía acometer la planta en aquel país. A mí, así a bote pronto, se me ocurre que le diga que le iban a enseñar las 21 formas de ponerse una bufanda o un pañuelo. Aquí dejo un vídeo por si quiere hacer la demostración allí, en el mismo juzgado.