Trump no es idiota. Un idiota no llega a presidente de los EE UU ni se hace multimillonario. Al margen, queda el hecho de uno pueda estar o no de acuerdo con sus acciones e ideas. No soy yo quien vaya a ponerse a defenderle, pero con su decreto sobre la inmigración no ha hecho más que cualquiera de sus antecesores en la Casa Blanca desde Jimmy Carter, incluido Obama.
Lo que nadie puede negar es que le cuesta contener su verborrea. Pero en España también tenemos especímenes de este género, aunque afortunadamente sin acceso al botón nuclear. Pablo Iglesias es un ejemplo como cuando amenazó con crear una comisión para velar por la libertad de expresión o dijo “la guillotina es el acontecimiento fundador de la democracia“. No se quedan atrás Ada Colau (“Quemar bancos hubiera sido perfectamente razonable“), Manuela Carmona (cuando dijo que el 94% de los presos en España tendrían que estar en libertad) o nuestro propio Joan Ribó cuando aseguró que los domigos estaban para ir a misa y no para comprar. Pero son de izquierdas y no pasa nada.
Trump, en cambio es de derechas, aunque coincide en algunos puntos con Podemos y la izquierda más radical, y eso no se perdona. Cualquiera que se tome cinco minutos puede comprobar que Trump no ha introducido cambios excesivos en la política migratoria que de sus antecesores.
Desde la presidencia de James Carter en 1976 todos los presidentes americanos han vetado durante algún periodo la entrada de extranjeros en EE UU por motivos de seguridad nacional. Pero hasta ahora nadie había dicho nada. Hasta el premio Nobel de la Paz Barack Obama lo utilizó.
Tal y como puede ver cualquiera que visita la web de la Casa Blanca Obama prohibió con una orden presidencial la entrada durante 90 días de ciudadanos procedentes de Irak, Siria, Sudán, Iràn, Somalia, Libia y Yemen. No los llamó el eje del mal, pero la idea de fondo era la misma. Obama, al igual que Trump y otros presidentes anteriores, pretendía obtener tiempo para diseñar medidas especiales de seguridad ante la llegada de ciudadanos de estos países potencialmente peligrosos.
En ningún caso, y quien se haya molestado en leer la orden ejecutiva de Trump, disponible en la web de la Casa Blanca, podrá ver que no se hace ninguna referencia a musulmanes, al islamismo o a cualquier otra religión. Habla de países de los que todos conocemos la situación y la inestabilidad que existe.
Es más, la orden no afecta a los residentes de estos países en EE UU que dispongan de un visado determinado que podrán viajar por el país con toda tranquilidad e incluso entrar en el estado.
Y tampoco es tan extraño. Obama expulsó durante su mandato de ocho años a tres millones y medio de mejicanos, un objetivo similar al de Trump y que difícilmente podrá superar, ya que la dotación presupuestaria de la que dispone para estas acciones es similar a la de su antecesor.
Es más, Obama incrementó (de hecho las duplicó) el número de deportaciones realizadas por George W. Bush y aumentó los fondos para los controles fronterizos. De hecho su Administración fue muy criticada por la detención de niños inmigrantes y de familias procedentes de Centroamérica.
Trump ha prohibido durante 180 días la entrada de refugiados sirios. En 2011 Obama lo hizo con los refugiados iraquíes durante seis meses. Obama, por ejemplo, prohibió que ciudadanos de Irán, Irak Siria y Sudán pudieran incorporarse al programa de extensión de visados en 2011 y en 2015 fue aprobada por el Congreso por una amplia mayoría. Obama firmó la ley. Respecto a los refugiados sirios el anterior presidente admitió 29 en 201, 31 en 2012; 36, en 2013; 105 en 201e y 1.682 un año después. En 2016 ya admitió 31.000, según ‘lagraenpoca.com’.
En cuanto a los refugiados que admitirá el nuevo mandatario en 2017, según ‘National Review’, es similar a la media de los últimos 15 años.
Obama ha sido un presidente casi mitificado por la izquierda y respetado por la izquierda radical. Pero lo que no parecen tener en cuenta partidos como Podemos o de otros de la misma línea ideológica es que tienen más de un punto en común con Trump. El actual presidente americano está abiertamente en contra del Tratado de Libre Comercio o del NAFTA, lo que le acerca a las posiciones podemitas y de sus adláteres.
Como anécdota, no hay que olvidar que una de las peticiones de Guanyar Alacant para negociar el pacto de Gobierno en Alicante fue que se presentara una moción en el pleno en la que se declarase a Alicante ciudad libre del Tratado del Libre Comercio.
Quizá este proteccionismo de Trump, me comentaba un amigo recientemente, explique la virulencia de las campañas de prensa en su contra cuando apenas lleva un mes en el cargo. La oposición del mandatario americano al tratado de libre comercio ha molestado a muchos. No en vano va en contra de la globalización y del ‘Nuevo Orden Mundial’. ¿Explcaría esto la animadversión contra el nuevo estadista o algunas acciones futuras?