Tal día como hoy en 1931 la Generalitat catalana aprobó por aclamación el Estatuto de Autonomía Catalán. Un día que parece adecuado para hacer alguna reflexión. ¿Lluís Companys era nacionalista por convicción o por necesidad? De lo que nadie duda es que su mentor, Francesc Masià, fue un claro defensor de la nación catalana. Pero la actuación de Companys en dos fechas claves (octubre de 1934 y julio de 1936) pone en entredicho su supuesto fervor nacioanalista e inclina a pensar más bien en un hombre que subordinaba a su ideología izquierdista a su sentimiento patriótico, un factor que ERC no se muestra en estos momentos muy dispuesto a dejar claro. Basta saber que historiadores de la talla de Anthony Beevor o Stanley Payne tampoco lo tienen demasiado claro.
Companys fue uno de los fundadores de ERC, fue el presidente de la Generalitat que proclamó en octubre de 1934 el ‘Estat Català‘. A partir de ese momento pasó a formar parte de la mitología nacionalista catalana. Pero como cualquier otra leyenda no siempre coincide con la realidad. De hecho, Companys se consideraba más republicano y de izquierdas que independentista y sólo las presiones de su partido le llevaron a realizar la proclamación.
Tras morir Francesc Masià, fue elegido su sucesor, pero sin concitar el entusiasmo entre la rama más nacionalista del partido que lo veía más identificado con los principios republicanos, obreristas e incuso su vinculación con el anarcaosindicalismo, un movimiento de enorme influencia como se vería más tarde.
Su trayectoria al frente de la Generalitat fue la continua búsqueda de un equilibrio. Por un lado, mantenía una pugna con el Estado sobre determinadas leyes que podrían romper el orden consituticional mientras que por otro hacía guiños a los sectores más izquierdistas. Su primer desmarque claro de las tesis más nacionalistas fue durante la revolución de octubre de 1934. Tras la entrada de la CEDA en el Gobierno, el 6 de octubre de 1934, Companys, tras acusar al nuevo gobierno español de «monarquizante» y «fascista» proclamó el Estat Catalá, pero no independiente sino dentro de la República Federal Española, independendista pero lo justo. Ademas, invitó a a los republicanos de izquierda de toda España a establecer un gobierno provisional de la República en Barcelona.
Pero fue tras es incidente cuando comenezó el proceso de inclusión de Companys en el imaginario nacionalista comenzó en octubre de 1934.
Ahora bien su leyenda creció durante la Guerra Civil. Barcelona, ante la sorpresa de muchos, logró aplastar la intentona militar. Si embargo, no fueron los mossos d’esquedra ni els escamots. Fueron las milicias sindicales, especialmente las de la CNT. Como consecuencia, Companys se mantuvo fiel a la República (pese a sus malas relaciones con Manuel Azaña). Companys fue plenamente consciente de este hecho y entregó armas a las milicias y les dio en la práctica el control sobre Barcelona. Tras el enfrentamiento entre comunistas y anarquistas en mayo y junio de 1937, los comunistas se hicieron con el control absoluto en un estado republicano claramente centralizado donde su margen de maniobra fue aún mucho menor.
Durante la Guerra Civil estuvo al frente de la Generalitat catalana y se exilió a Francia con la derrota de la República. Los nazis lo entregaron al gobierno de Franco tras invadir Francia en 1940 y fue ejecutado en el Castillo de Montjuic el 15 de octubre de 1940
Desde la Transición su figura ha sido objeto de diversos homenajes. El Ayuntamiento de Barcelona dio en 1979 su nombre a una avenidaen la se erigió una escultura en su honor. En julio de 2001, el Estadio Olímpico de Montjuic recibió el nombre de Lluís Companys y en 2005 se erigió un monolito en el foso de Santa Eulalia del castillo de Montjuic, frente al lugar donde Companys fue ejecutado. Ahora bien, el expresidente de la Generalitat, como tantos otros, tuvo más de mito que de nacionalismo real. Pero la historia la escribe quien la escribe. Y ahora le toca a los inventores de mitos y leyendas para mayor gloria del nacionalismo.