Chándal, todo el mundo en
chándal, el futuro es
chándal, de colores,
chándal, ya no más cuero…
Chándal, Las Máquinas (1998)
Imposible hacer desaparecer de nuestras retinas aquellas dantescas imágenes de un Liam Gallagher celebrando los goles del Manchester City al Real Madrid aquella noche de septiembre de 2012. Esas carreras Bernabéu arriba, Bernabéu abajo; esos besos y abrazos a los sorprendidos guardias de seguridad; esos agentes de la Policía Nacional invitándole a abandonar el recinto…
En tierras inglesas, pop, rock y fútbol son, prácticamente, uno. Los hermanos de Oasis son acérrimos del City; Rod Stewart vive para el Celtic de Glasgow; Elton John unió su destino al del Watford FC; Adrian Smith y Steve Harris, de Iron Maiden, son fanáticos declarados del West Ham United; los seguidores del Liverpool han conseguido que a medio planeta se le ponga un nudo en la garganta cada vez que entonan el You’ll Never Walk Alone que recuperaron, en 1963, unos de los estandartes del sonido Merseybeat, Gerry & The Peacemakers…
Es más, lejos de avergonzarse, el músico aficionado al fútbol, se enorgullece de mostrar la pasión por sus colores, y es difícil encontrar voces que tilden, a quien exterioriza su sentimiento, de cenutrio o cavernícola. De hecho, uno de los cantantes y compositores más comprometidos, progresistas y antisistema del Reino Unido, Paul Heaton, ha llegado incluso a ejercer de comentarista deportivo televisivo, entre andanada y andanada contra la monarquía británica. El grupo que lideró en los 80, The Housemartins, titularon su primer disco London 0-Hull 4 (el Hull es el equipo de la ciudad donde se gestó la banda), y su filosofía era una curiosa mezcla de marxismo, cristianismo y fe en el esférico.
Algo muy distinto pasa cuando saltamos de la admirada Albión a la Península Ibérica. Por estas tierras, declararte futbolero suele marcarte de por vida. Bien es cierto que, históricamente, por estos andurriales, el deporte rey ha estado demasiado frecuentado por buscavidas sin escrúpulos, dictadores y políticos aprovechados, timadores y especuladores profesionales… El caso es que tan sólo a ciertas figuras respetadas de la canción se les ha perdonado este tipo de ‘desliz’. En cambio, es poco corriente conocer a alguien que haya alegado urticaria al balón a la hora de renegar de Iron Maiden, Oasis, Stewart o Elton John (otro cantar son sus derivas musicales).
Y es algo (y ya nos trasladamos hasta tierras valencianas), hasta cierto punto, incomprensible. Cualquier miembro de cualquier banda que frecuentara el celebérrimo Sonido Manchester podía saltar al escenario de cualquier ciudad del mundo (incluidas las españolas) ataviado con la camiseta del equipo de sus amores, que entre público escucharías comentarios como “mira, qué tío más molón”. Hasta hace poco, cualquier músico valenciano al que se le hubiera ocurrido marcarse unos acordes roqueros enfundado en una elástica del Levante UD o del Valencia CF, habría sido definido, como mínimo, de cutre.
Pero (a lo que íbamos), de unos años para acá, parece que la cosa anda cambiando. Hasta no hace mucho, una de las pocas conexiones míticas entre pop (es un decir) y fútbol en Valencia tenía que ver con un dibujo animado llamado Naranjito. Desde entonces, mucho ha llovido, y el caso que, hace ya varios años, sin ir más lejos, la banda punk Don Cikuta se marcó, sin complejos, un Al meu cor (que artísticamente nos gustará más o menos) en homenaje al Valencia CF, mientras los de Seguridad Social no se han cortado a la hora de actuar en Mestalla, coincidiendo con la celebración de algún acto social o partido. La cosa, no obstante, viene de un poco más atrás, y tiene que ver con un grande del equipo che: Mendieta.
El magnífico centrocampista vasco, que como muestra la foto, visitó hace pocos días a los valencianos de La Habitación Roja en las sesiones de grabación de su último disco en los conocidísimos estudios Rockfield de Gales, devino, durante muchos años, estandarte deportivo de la llamada escena indie española, merced a su sapiencia musical y su pasión por pinchar discos (ha integrado la Gasteiz Gang junto al periodista musical Juan Vitoria, y la hija de éste). Dicha condición de símbolo futbolero-musical, alcanzó su cénit, como muchos recordarán, con aquel homenaje pop de Los Planetas en Un buen día, a aquel maravilloso gol de la final de la Copa del Rey del 99. Sin duda, una de las tres máximas obras de arte que ideó y materializó Gaizka, junto a aquel soberbio chut tras saque de córner de Ilie (también aquel 1999, pero contra el Barça) y aquella filigrana de la temporada 97-98 contra el Athletic de Bilbao.
A partir de estos hitos, es posible que la condición de futbolero haya ido adquiriendo ciertos matices, hasta cierto punto, admisibles por buena parte de la sociedad que antes se mostraba reacia a comulgar con todo lo que tuviera que ver con el cuero. Y es posible que buena parte de ‘culpa’ la tenga la asunción por parte del universo cool de ese espíritu indie-futbolístico creado en torno a Mendieta (muy influido por la cultura inglesa, que él tanto conoce y admira), la reivindicación de creaciones como Naranjito como uno de los iconos pop (en cuanto a diseño y moda) a adorar, y, (¿por qué no reconocerlo?) lo molona que queda la camiseta retro del Matador, recuperada felizmente en los últimos años por el Valencia CF, inspirada en aquella elástica Ressy con los colores de la bandera de Valencia. Este diseño, en Manchester, hubiera causado furor y hubiera sido normal ver a Happy Mondays o The Charlatans luciéndola en sus despendolados conciertos.
De hecho, Kempes podría haberse convertido en un estandarte indie en toda regla hace mucho tiempo, pero no fue hasta hace un año, cuando dos formaciones valencianas decidieron rendir tributo sonoro a dos de los sudamericanos más grandes que lucieron la camiseta blanca: el de Córdoba, y el paraguayo Diarte. Y así surgió La balada de Diarte y Kempes a partir de los temas El aullido del lobo, creado por Los Radiadores, y Nostalgia de Bell Ville, interpretado por los veteranos La Gran Esperanza Blanca, e inspirado en aquella aciaga noche de agosto del 76 en la que Kempes se presentó ante su nueva afición con una horrenda actuación ante el CSKA.
Pero no sólo de Valencia CF vive esta ciudad. El Levante UD ha gozado, desde hace muchos años, del reconocido apoyo de músicos de la tierra. Algunos son declarados seguidores del club granota, y de ello presumen orgullosos: del veterano batería (militante de incontables bandas como All Sex Picken, Néstor Mir o algunos de los proyectos surgidos de la factoría Hall of Fame) Santi Serrano, al exguitarra de Doctor Divago, Manolo Contreras, pasando por Txoni Mantarás (Tent, Los Vicentes), Txus Bixquert (The Phantoms) o, tal vez uno de los más efusivos a la hora de hacer pública su militancia: el actor, músico (Hector Proctor, Olor a chicas) y showman, al fin y al cabo, Enrique Victoria.
Como también es destacable la relación y afición de algunos periodistas deportivos valencianos con las guitarras y baterías. Tan sólo dos ejemplos (además del hecho de que espacios de Ràdio Nou como La Taula Esportiva o Grada Nou encontraran sus sintonías en composiciones exclusivas de bandas de la tierra): el de Josep Bartual, tan buen profesional delante del ordenador, como sobre el escenario, antes con Iba Andando, y ahora con Moonflower, o el de Liberto Peiró, uno de los fotógrafos más conocidos de la escena roquera valenciana, y fiel seguidor granota.
Por otra parte, hemos de recordar que los sentidos homenajes, surgidos desde estas tierras, a grandes del balón tampoco han tenido como destinatarias únicas las escuadras levantinistas y valencianistas. El polifacético canario-valenciano Manolo Rock, a mediados de los 90, mostró por enésima vez su fervor hacia la UD Las Palmas con aquel Algo más que un sentimiento en el que reivindicaba la figura de leyendas amarillas como Valerón, Simionatto, Toni, Socorro, Orlando o Turu Flores, mientras que los inmensos Señor Mostaza de Luis Prado, en su LP Somos poco prácticos de 2008, se sacaron de la manga una preciosa Minitragedia de Arconada en la que rememoraban aquel error del gran cancerbero vasco en la final de la Eurocopa de 1984, que marcó la infancia deportiva de toda una generación.
De esta manera, y visto lo visto, parece que, hasta cierto punto, la situación tiende a normalizarse, y el amante del buen fútbol ya puede presumir de que, poco a poco, también en estas tierras rock y esférico hace tiempo que comenzaron a casar dignamente. Vamos, que hay algo más allá del histórico binomio pasodoble-balompié.
No obstante, tal vez queden todavía algunas asignaturas pendientes para que el círculo acabe cerrándose. Una de ellas, la de que un día, las hinchadas acaben convirtiendo una tonada autóctona en himno extraoficial de su equipo, ya se llame Levante, Burjassot, Huracán, Benicalap o Valencia. Los seguidores de éste último, hace pocos años, incorporaron (como ya sucedió en otros campos de España) la adaptación futbolera del Jamás del gran Camilo Sesto, tan habitual en muchos países de Latinoamérica.
Lo que está claro es que, si los británicos hubieran tenido la suerte de contar con todo un Bruno Lomas, a buen seguro que le habrían sacado más partido en este aspecto. Que temazos popularizados por el de Xàtiva, de la talla de, por ejemplo, Codo con codo, tienen todas las papeletas para convertirse en nuestro You’ll Never Walk Alone particular. ¿Por qué no?
Mientras ese hipotético momento llega a producirse, éstas son algunas de las opciones que tenemos, en los próximos días, para poder disfrutar de artistas valencianos sobre un escenario:
19 de julio:
-Semifinal de Sona la Dipu pop-rock, con Dezervers, Automatic, The Funky Frankles y Macaco, en la Explanada Juan Celda de Massamagrell.
-Linquae + Suite Poemia, en Loco Club.
20 de julio:
-Llunàtiks + Erotic Psycho + Over, en Loco Club.
-Alter Ego, en Black Note.
21 de julio:
-Doctor Divago en dúo acústico, en Biplaza.
Y, ya saben: consuman cultura y, si es cercana y de calidad, mejor que mejor. Por regla general, no se arrepentirán.